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“Santo”, “El Rifle” y el ius variandi

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 Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **

No parecen ser los mejores tiempos, respecto a los periodistas, en los pasillos y estudios de Artear, en Buenos Aires. Con diferencia de días, la empresa televisiva del Grupo Clarín ha perdido, en una controversia, dos de sus rostros más emblemáticos: Santo Biasatti y Juan Manuel “El Rifle” Varela.
El segundo de los nombrados, luego de 16 años de trabajo en las señales El Trece y TN, dijo “adiós”. Incluso, sobre el final de una edición de Telenoche pusieron al aire un emotivo video que recopiló momentos de algunas de las grandes coberturas del periodista.
Todo muy “cuidado” como se dice en las áreas de la producción audiovisual. Pero los rumores de “mala onda” mutua, con el canal y otros periodistas (hace un tiempo tuvo un ríspido cruce al aire con Mario Massacessi), no cesaban. Al punto de que en su programa en radio Rivadavia el propio “Rifle” debió decir: «Voy a dejar las cosas en claro. De mi decisión, que salió a la luz el viernes, no hay vuelta atrás. Pase lo que pase. No me fui porque tenga otra propuesta. No tengo nada.

Me fui porque se cumplió un ciclo. Me quería ir bien. Si seguía trabajando allí, no iba a ser feliz. En este momento de mi vida no tengo ya la necesidad de mentir o de ocultar o no decir la verdad. Ésa es la verdad. No tengo que quedar bien con nadie. Me fui porque tenía ganas de irme. Estoy muy orgulloso de mi persona, que tengo la potestad de poder decir ‘No quiero’, ‘Basta’ o ‘Hasta acá llegué».
Era claro que, cuando alguien lo expone en esos términos, fuera el ámbito laboral adónde se dirigen las miradas.
Luego de la imprevista renuncia del “Rifle” Varela, vino, sin solución de continuidad, la de Santo Biasatti. Esta vez se trataba de un histórico conductor de Telenoche, con 26 años de trayectoria y 74 años de edad.
A Santo la empresa le había comunicado que debía dejar la conducción de Telenoche para pasar a otro espacio en el mismo noticiero, sin precisar mucho si se trataba de un segmento, una columna, informes especiales o algo por el estilo.
También por estos días, en los pasillos del canal de Constitución se murmura respecto a una carta documento, con montos millonarios por daños, que habría enviado a la empresa el conductor y en la que se habla, además, de diversos maltratos.
“Y, está caliente por más que aquí le quieran bajar la temperatura a la eso”, nos confió una fuente del noticioso, la cual, obviamente, pidió anonimato. “Con María Laura no se llevaban y desde la dirección no le daban mucha bola. El último año presentó varios proyectos y no le aceptaron ninguno. Santo piensa que se querían librar de él desde hacía rato y la vuelta iba por cambiarle cada vez más las condiciones de trabajo”.
Si uno de los grandes temas del derecho laboral, en la práctica, es saber hasta dónde alcanza en sus contornos el ejercicio por el empleador del ius variandi, en el mundo de los medios eso es aún más difuso por las especiales y cambiantes condiciones de trabajo que la actividad impone.
Periodistas de la talla de Enrique Llamas de Madariaga y Denisse Pessana, entre otros, han debido concurrir a los tribunales del fuero del trabajo por cuestiones relativas a su relación laboral en los noticieros.

La norma, desde los principios, es clara: el Art. 66 de la Ley de Contrato de Trabajo expresa que el empleador está facultado para introducir todos aquellos cambios “relativos a la forma y modalidades de la prestación del trabajo”, en tanto no importen irracionabilidad, o alteren modalidades esenciales del contrato, o causen perjuicio material ni moral al trabajador. El tema pasa por definir qué es esencial, en un medio tan cambiante en sus modalidades como el audiovisual.
Si bien frente a un ejercicio abusivo del empleador el dependiente por lo general se da por despedido sin causa, también le asiste el derecho de accionar por vía sumarísima para restablecer a su estadio previo las condiciones y modalidades de trabajo. Y eso es lo que preocupa, particularmente, en cierto canal de la ciudad de Buenos Aires. Que los “santos” dejen de serlo.
En los pasillos del “grupo” hay quienes dicen que la sangre no va a llegar al río. Y otros que postulan que esto no acaba aquí.
En un tema especialmente discutido desde lo jurídico en cuanto a determinar en la práctica lo que a nivel de principios resulta muy claro, hoy por hoy, nos inclinamos más por creerles a los segundos que a los primeros.

(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas
(**) Abogado. Magíster en Derecho y Argumentación Jurídica

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