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Reformas que se anhelan y anuncian pero no llegan

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Por Dardo Chiesa*

Las tan anheladas transformaciones comunicadas por el presidente Mauricio Macri durante octubre del año pasado en el Centro Cultural Kirchner (CCK) parecían aire fresco para el sector agropecuario.
Pero, en el detalle, han sido sólo palabras y cuando analizamos los bocetos de las reformas, junto a las últimas acciones que han tomado tanto el gobierno tanto nacional como los provinciales, vemos que el sector agropecuario sigue siendo el que paga.
Es el momento de hablar de la responsabilidad fiscal, de la inflación y los impuestos. Esto no es negociable. Hay que reducir la carga tributaria. Argentina debe diseñar un sistema de impuestos equitativos.
Desde diciembre de 2016, ya tenemos más de 13.000 millones de pesos en aumentos de combustible sobre la campaña agrícola.
De ese número, alrededor de 64% responde a la cuestión impositiva del gasoil, un insumo constante para el sector. Entonces impacta de lleno en el bolsillo del productor, que es uno solo.
A todo esto se suman las tasas viales y el escalonamiento de impuestos Nación-Provincia-municipio, que afectan claramente al sector.
Sumado a estos aumentos, la burocracia tampoco cede.
La creación de un nuevo registro como el TIRE (Tierras Rurales Explotadas), sin la eliminación de otros, va en sentido contrario a lo qu explicita el Presidente. Para el productor agropecuario es una nueva carga.
El campo no puede ser el pato de la boda que pague los costos. La situación se torna inviable con aumentos constantes que impactan directamente en el bolsillo de los productores.
Todo impuesto distorsivo afecta la confianza y la previsibilidad. Todo insumo tiene una carga impositiva asfixiante.
El componente impositivo de la energía actúa como freno a la producción y el empleo.
Hay un camino largo, donde se reforzará el diálogo y ése es el camino para entenderse y lograr acuerdos.
Es el momento de entender el campo como un generador de trabajo, arraigo local, desarrollo del interior y por sobre todas las cosas entender que el campo no es sólo producción y exportación sino también un eslabón social dentro del vasto territorio argentino.
Por eso, 2018 debe ser el año cuando la competitividad empiece a llegar a nuestro sector, con reglas claras, y avanzar hacia las metas necesarias.
Con algunas medidas alentadoras, el sector agropecuario ha aumentado las exportaciones en más de 30% desde 2016 y el país volvió a ser líder mundial.
La producción agrícola, por su parte, creció 24%, mientras que la venta de maquinarias aumentó 60%. Y un dato no menor: se mejoró la calidad ambiental de los suelos agrícolas al incorporar más superficie de los cereales como trigo y maíz.
Esto es sólo el principio, se deben consolidar las economías regionales y apostar a generar más y mayor empleo, agregando valor a la producción en origen. Ésa es la manera de poder alcanzar resultados que hagan a nuestro país más competitivo.
Con un tipo de cambio retrasado y altas tasas de interés, la consecuencia es la contracción del sector.
La reforma tributaria sin ajuste por inflación, aumentos de los inmobiliarios inmediatos y confiscatorios contra la reducción de tasas y Sellos a dos años, son ejemplos de que la reforma va en sentido contrario de la competitividad.
Los Estados provinciales y municipales se fagocitan el intento de la Nación de bajar la carga impositiva.

(*) Presidente de Confederaciones Rurales Argentinas

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