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La perversidad de hacer cola

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Lamentablemente, uno las encuentra a cada paso, ya incorporadas al paisaje ciudadano.

Sólo basta con pasar por frente a alguna de las sedes de AFIP, Anses, Banco Nación, etcétera, para encontrarse con una gran cantidad de personas que, desde antes de que esas reparticiones abran sus puertas a la atención al público, comienzan su calvario, a la espera de poder concretar el trámite que de manera obligada deben realizar periódicamente.

La gente ¿va temprano a hacer cola para no hacer cola? Cínicamente se podría decir que sí, sin embargo no van por gusto, sino que en la mayoría de los casos si no concurren al menos entre 30 ó 60 minutos antes del horario de apertura, se corre el riesgo de no ser atendido ese día ya que “para ordenar” la actividad se entregan una cantidad de números (en muchos casos, tarea que se le encomienda a los funcionarios policiales encargados, a esas alturas de casi todo, salvo lo que tendrían que hacer: la custodia de la repartición) que determinan el cupo de “afortunados” que podrán concretar su trámite.

No son pocos los perjuicios que esta extendida práctica ocasiona, que van más allá de la mera pérdida de tiempo. Muchos pierden si no toda, gran parte de la mañana de trabajo.

¿Habrá algún estudio sobre los perjuicios económicos que esto ocasiona?; ni hablar del padecimiento de las personas mayores, quienes deben esperar horas para poder cobrar su jubilación, realizar el trámite de supervivencia, solicitar turnos médicos, autorizaciones de remedios, etcétera.

Realmente es muy triste ver en esas colas gente muy mayor, con dificultades para caminar, esperar solas o acompañadas, paradas o sentadas en las veredas, esperando, siempre esperando… Un lamentable ejemplo (ojalá no existiera este ejemplo) de esto ocurrió en la sede del PAMI de Mendoza, cuando una mujer de 74 que estaba allí “haciendo cola” acompañada por su marido falleció por un presunto ataque de presión.

En declaraciones a la prensa, el hijo dijo que su madre “llevaba más de una semana buscando una clínica para un control médico”, y tristemente “ahora me piden que me tranquilice, cuando a mi mamá me la llevo muerta. Necesitábamos una clínica para pedir un turno…”.

Ese hecho muestra de una manera trágica el padecimiento de tantos ciudadanos que cada día dejan horas de su vida, actividad y salud, a la espera de concretar los trámites que obligatoriamente deben cumplimentar.

¿Por qué pasa esto? Como dice Frank Underwood, político inescrupuloso si los hay, en la serie House of Cars: “No dejés que te vendan un buzón. No creás que es así lo que estás viendo. Retrocedé un paso y tomá perspectiva para poder ver la escena entera”.

En los últimos tiempos han proliferado los trámites estatales de todo tipo. Principalmente de AFIP y Anses. En su relación con los ciudadanos, esos entes estatales piden más y más datos, y todos los caminos conducen a un solo lado: un mayor control. Como nos dice una fuente bajo reserva, que ocupa un puesto en una de ellas. “Es algo deliberado. No sólo se inventan trámites porque se desconfía de todo y de todos, sino también para hacer sentir a través de esas obligaciones a los afectados quién manda”.

Ello implicaría que las colas son algo más que una molestia o pérdida de tiempo, o un signo de incapacidad estatal para gestionar: si esas palabras son ciertas, se trataría de una muestra de un muy claro mensaje político.

* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.
(**) Abogado. Magister en Derecho y Argumentación Jurídica.

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