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La paz de todos depende del pedacito de paz de cada uno

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Por Liliana Elsa Omegna *

La mediación es un proceso que puede llegar a ser apasionante: lo es para mí, ya que forma parte de mi vida cotidiana. Si lográramos que las personas hicieran suyos los principios que posee y los internalizaran, seguramente formaríamos una sociedad mejor.
Un ejemplo sería la mediación comunitaria, instrumento fundamental del sistema democrático, sobre todo porque es la misma democracia la que implícitamente lleva a la participación de los ciudadanos, directa o indirectamente. En la mediación se necesita la intervención directa de las partes, con o sin asistencia letrada, ya que permite el empoderamiento de las mismas frente al problema: lo tienen en sus manos. Mediante el trabajo en conjunto del mediador y de los vecinos involucrados en el conflicto, se busca resolver una situación, manejando las distintas alternativas que surjan en la mesa luego de una lluvia de ideas. En este marco, la mediación comunitaria se convierte en una herramienta eficaz para los vecinos que comparten un espacio físico, político y económico, y que poseen preocupaciones sociales en común. Al referirnos a “vecinos”, estamos aludiendo a personas que probablemente deban interactuar entre sí durante toda la vida, como una consecuencia inevitable de compartir el barrio en el que habitan. Es una necesidad, entonces, el sentirse cómodo en ese lugar y el poder ser capaz de, al transitar el propio barrio, reconocer, saludar y comunicarse con los vecinos cómoda y pacíficamente. Es así que consideramos la mediación comunitaria como un instrumento fundamental en el proceso de construcción de la paz social.

A este respecto, comentaré uno de los casos que tuve como mediadora comunitaria: se presentó una requirente (persona que solicita la mediación) muy consternada porque, según su percepción, su vecino tenía el tanque de agua que sobrepasaba su propio techo, dejando medio tanque sobre su propiedad. Además, el pilar de la luz se encontraba invadiendo totalmente su terreno. Ante ese reclamo, el vecino requerido contesta que no es así, que todo está hecho de esta forma desde hace más de 60 años -desde que su abuelo lo hizo- y, por esta razón, alega que el transcurso del tiempo ya le otorgó el uso de estos lugares como una consecuencia del derecho adquirido. Luego de dialogar extensamente y de escuchar y analizar las diferentes perspectivas de ambas partes, se arribó a la conclusión de que era necesario tener datos objetivos, por lo que se decidió que cada uno contrataría a un profesional para asesorarse de manera más acabada, ya que ninguno era experto en la materia. Se establecieron día y hora en la que ambos profesionales recorrerían las dos propiedades y se fijó una nueva fecha de audiencia, en la que las partes llevarían los informes de dichos profesionales. El día indicado concurrieron acompañados de los expertos: la requirente con una arquitecta y el requerido, con un ingeniero civil. Luego de un nuevo intercambio de opiniones, se arribó a un acuerdo respecto las diferencias que se plantearon, siempre en un ámbito de mutuo respeto. En este momento, inesperadamente, la requirente trajo a colación un tema hasta entonces no presentado: semanas antes de comenzar la mediación, ella había contratado a un agrimensor para determinar las medidas de su terreno y, luego, con base en un conocimiento más certero, poder iniciar su reclamo. Solicitó entonces que el vecino le ayudase a soportar los costos.

La situación ingresó así en un nuevo conflicto cuando el requerido argumentó que no se planteó dicho gasto desde un comienzo. Después de dialogar, la requirente explica que el informe resultaba indispensable para realizar todo lo tratado hasta el momento. En esta instancia pasamos a una audiencia privada con el requerido, en la cual evaluamos el nuevo contexto y, teniendo presente que ya se había acordado sobre todos los otros temas, el vecino accedió a abonar en un breve lapso parte de esos gastos a pesar de no haber sido consultado antes de hacerlos. Dos meses después, la requirente se presentó para informarme que el vecino había pagado todo lo comprometido. Ambas partes quedaron satisfechas.
A modo de conclusión, podemos decir que la mediación comunitaria es una herramienta muy útil porque fomenta la cooperación, generando un cambio social profundo y reconociendo los valores propios de la “cultura de paz”, como son el respeto a la diversidad, la solidaridad, la colaboración, la participación, la responsabilidad, el reconocimiento mutuo de las partes, la legitimidad de todos los intereses y los principios del buen trato.
En este momento se realizan mediaciones comunitarias gratuitas en la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Córdoba, en la Dirección de Mediación Comunitaria de la Provincia de Córdoba y en la Dirección de Protección del Consumidor y Mediación Comunitaria de la Municipalidad de Córdoba y en los CPC Empalme y San Vicente.

Abogada. Mediadora.

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