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La cirujana “cheta”, las redes y la privacidad

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 Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **

No todo es lo que parece, en particular en las redes sociales. Tampoco es la primera vez que advertimos respecto de los inmensos efectos que pueden causar las imágenes o palabras que se colocan en el ámbito virtual.
Medio país y tres cuartos de sus medios de comunicación hablaron la pasada semana de ese mensaje grabado que dura 5,34 minutos, en el que una mujer que dice ser cirujana plástica, vivir en “Palermo Chico” y haber comprado un departamento en Nordelta se queja de que -cuando mira al lago- ve gente tomando mate, llevando reposeras o sus perros al muelle.
Luego, la emprende contra “La Feliz” y su playa más emblemática: “La gente no se ve mala, pero se ve que es gente que viene de barrios visualmente no muy buenos. Me molesta ver un grupo de gente que lleva al perro a la pileta como si estuviéramos en la Bristol de Mar del Plata».
A partir de su “viralización” en las redes, primero por WhatsApp y luego en cuanto instrumento informático de transmisión de datos existe, salieron muchos a mofarse y replicarle, entre otras actitudes.
También la pusieron “al horno” en Twitter con una avalancha de memes. Artistas y personalidades mediáticas varias como Griselda Siciliani, Verónica Llinás y Marcelo Tinelli aprovecharon para subirse a la ola y aparecer aportando su granito de arena al escarnio social.
Uno de los complejos de Nordelta organizó, en desagravio, una mateada. Productores yerbateros, a través de su cuenta de Twitter, le contestaron. Igualmente lo hizo en un video subido a la red Jorge Butiuk, el presidente de la filial Misiones de Federación Agraria.
Así como en otras partes del mundo se lapida a las personas arrojándole piedras, parece que en el ámbito occidental el apedreo es vía Internet.

Ser lector implica ser una persona pensante. Uno no lee por los ojos o las manos, en el caso de los no videntes. Ésos son meros instrumentos.
El proceso de lectura, siempre, se halla en el cerebro. Y, por eso, nos proponemos con este tema hacer precisamente eso: pensar en lugar de sumarnos a la multitud virtual, presa en una vorágine de los sentimientos más pedestres.
Primer tema: nada de lo que se escucha es mínimamente justificable. Segundo: violar el derecho a la privacidad de las personas es tan injustificable como lo primero. El audio se envió, con furia, a un agente inmobiliario, para protestar por entender que lo vendido no se ajustaba a lo pactado. Su autora nunca autorizó difusión alguna del audio.
Tal como dice Héctor Gambini, en Clarín: “La Cheta de Nordelta ya no es entonces una mujer que expresa en privado sus particulares códigos visuales sino un emblema contra el que marchar como se marcha en las redes. Un ciberbullying nacional a la señora que les hizo un bullying privado a sus vecinos mateadores. Nos encanta comernos al caníbal”.
Dicho periodista, además, presenta otra arista del tema: “Debajo del fango general, un hombre llamado Jorge Zonzini -representante de modelos que se presenta como manager y posicionador de imagen- salió a admitir que fue él quien buscó la viralización del audio, tras recibirlo de un vecino de Nordelta (…) Zonzini fue involucrado hace un año en una denuncia de la modelo Florencia Cocucci -una de sus ex representadas-, quien apareció fotografiada junto a Alberto Nisman en una playa de Cancún luego de que el fiscal fue hallado muerto en su departamento. Zonzini era acusado -junto a Leandro Santos, hoy preso por trata de personas- de estar detrás de un intento de extorsión a Cocucci para que dejara de hablar sobre el mundo de las modelos en su raid mediático por el caso Nisman. Zonzini negó todo. Las mateadas convocadas para hoy en Nordelta y en la Bristol marplatense quizá terminen desagraviando, finalmente, un ensayo de laboratorio mediático”.
Tal vez, sólo tal vez, las cosas no sean como nos llegan. Sobre todo, en Internet.
Ejercer el juicio crítico antes de sumarse a la masa virtual de apedreadores es siempre un buen consejo. Si entiende que tiene que tirar la piedra, por lo menos que sea con conocimiento de lo que está llevando a cabo y no como “carne de Internet” de otros.
¿No le parece, estimado lector?

(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. (**) Abogado. Magíster en Derecho y Argumentación Jurídica 

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