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Incompatibles conclusiones sobre el comercio exterior

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Si se recorren los diversos análisis sobre las cuentas relativas a exportaciones e importaciones, se advierten disidencias conceptuales que no aceptan una explicación razonable.

En función de los datos oficiales aportados a principios del corriente mes, la interpretación de lo realmente sucedido respecto de la evolución habida en materia de ventas, compras y del correspondiente saldo a favor respecto de este tipo de transacciones, surgen diferencias muy pronunciadas. Ello no debería alarmar a nadie ni tampoco poner en guardia, si tales enfoques estuviesen razonablemente avalados por consideraciones técnicas; pero ello, lamentablemente, no es así.

Resulta obvio que este tipo de actividad está directamente influida por lo que sucede en el escenario mundial y es bien conocido que Estados Unidos y los países que integran la Unión Europea, desde el año 2008 en adelante están sufriendo los avatares de una muy extendida recesión que no se sabe siquiera hasta cuándo se prolongará. En ese contexto, incluso la evolución de la economía nacional más dinámica del planeta, la china, no ha podido sustraerse a un cierto grado de merma en una expansión que ya lleva cumplida más de tres décadas de ascenso sostenido.

Lo que no puede olvidarse es que, al no estar en condiciones de apelar a fuentes de crédito internacionales, la necesidad de mantener un adecuado saldo positivo se ha convertido en una preocupación permanente; lo cual, hasta ahora, fue superado sin mayores dificultades.

La emergencia se ha acentuado debido a que Brasil, habitual máximo comprador y proveedor externo, redujo a un mínimo el crecimiento interno y ha disminuido en alta medida la importación de automotores provenientes de plantas instaladas en Argentina (-22%) en el primer semestre 2014.

Una serie de analistas, en diversos tonos -algunos casi dramáticos- advierten de que la situación se irá agravando cada vez más, convirtiéndose en tan peligrosa como comprometida pues el logro asegurado de liquidez en moneda extranjera ha sido, y sigue siendo, crucial para atender los compromisos derivados de la deuda externa (capital e intereses).

Cabe tener en cuenta que, en 2009, período en que se agudizó la recesión del “mundo industrializado”, nuestras colocaciones externas habían bajado a US$55.669 millones pero ello se revirtió en 2010 al ascender a US$68.134 millones. En el trienio posterior (2011/2013) tal actividad hizo ingentes progresos que permitieron llegar en el último período mencionado a US$ 83.509 millones.

La actualización de la información
Con inusual retardo se difundieron recién el 20 de mayo los datos que permitieron evaluar el primer bimestre, y los mismos analistas antes aludidos se declararon muy preocupados debido a que, en la comparación interanual de entonces, se detectaba para ese lapso una baja en el superávit de 85,2%. Desde entonces, se formulaban el interrogante sobre su significado, ya que ello estaba alimentado por la duda sobre su excepcionalidad y mayor extensión temporal. Los datos aportados de febrero no mejoraban la situación que comenzó a insinuarse en enero de 2014, que cerró merma acumulada récord (-92%).
En la actualidad, se está en condiciones de analizar la realidad del primer semestre.

Mientras los críticos aludidos siguen con el sesgo fruncido y evidentes gestos reprobatorios, quien actúe con idónea imparcialidad dará especial importancia a que, en dicho período, la disminución del saldo a favor sea de US$3.684.0 millones; es decir “sólo” 28% por debajo de igual tramo del año en 2013, dado que se ha atenuado mucho respecto de lo sucedido en los dos primeros meses.

En la correcta interpretación de lo sucedido no se puede dejar de señalar que el retraso interanual en el bimestre inicial ha sido decisivo para este lapso que, al comienzo en forma suave y luego con cierto ritmo, en el trimestre abril-junio, las exportaciones se reactivaron y exhibieron una acentuada recuperación. Elaborar una proyección que toma como base la extensión a los 12 meses de lo acontecido en la primera mitad de año no es técnicamente correcto ¿Por qué no ensayar la estimación en función del segundo trimestre que se aproxima más a lo que se conoce como “normal”? Pareciera que en varios estudios prefieren adoptar el enfoque mas pesimista y anuncian que las exportaciones se duplicarán en el segundo semestre pero rondarán apenas los U$S76.000 millones; mientras las importaciones serán “contenidas” para que no excedan, en lo posible, un importe de aproximadamente US$68.500 millones.

Por lo tanto, el saldo favorable podría orillar los US$7.500 millones y reiteran que ésta es su expresión “más optimista”. Las bajas en las cotizaciones agropecuarias sí son factores decisivos y lo razonable es suponer que las ventas externas lograrán superar con cierta dificultad los US$80.000 millones. En procura de buscar las causas de éstas, debe subrayarse que el nivel del intercambio con Brasil ha registrado una caída importante.

La evaluación de las mermas y sus causas
Debido a la baja de sus colocaciones, preferentemente de productos industriales, que en nuestro caso se ubicó por encima de US$2.000 millones, especialmente en materia de automotores y repuestos; por supuesto, ello obligó a hacer lo propio con nuestras adquisiciones en ese mercado vecino. La racionalización recayó en alta medida sobre algunos bienes que se catalogan de “consumo prescindibles” como son artículos electrónicos, indumentaria y juguetería, permitiendo hacer una opción virtuosa a este tipo de transacciones en tiempos difíciles. Esa selección procura que no afecte la disposición de insumos indispensables que perjudique la secuencia de la cadena productiva y, obviamente, la cobertura de bienes de capital que convergen hacia semejantes objetivos; garantizando las fuentes laborales.

Es esencial tener en cuenta que la provisión de divisas tiene como máxima fuente la exportación de soja en sus cuatro diversos estados (poroto, aceite, harina y pellets) pues generan alrededor de la cuarta parte del monto total de exportaciones por todo concepto. Si bien la cosecha ya ha concluido y constituye el récord absoluto con 55,6 millones de toneladas, las efectivamente embarcadas no llegan ni siquiera a la mitad.

Dicha circunstancia significa que los mayores productores o acopiadores prefieren no apresurar su comercialización y optan hacerlo sólo en la medida de sus necesidades más perentorias, tales como la atención de gastos para concretar la preparación y primera etapa de la futura cosecha fina que deberá comenzar a materializarse en lo que resta del año. El mantenimiento de las 25 millones de toneladas en silos, por el mayor tiempo posible, se explica como la vía elegida para resguardar su valor de mercado utilizándola a semejanza del signo monetario. Actualmente se han acentuado las acciones de búsqueda de seguridad para evitar un indeterminado pero posible deterioro del poder adquisitivo.

Si bien la cotización de la referida oleaginosa, desde que escaló a US$550 la tonelada, ha sufrido una importante caída, las expectativas futuras alientan la idea que actualmente esté ubicada muy cerca del “nivel-piso”. Además, se especula con la posibilidad de que haya por deslizamiento o mediante un escalón periódico más pronunciado, cierto proceso devaluatorio que para fin de año coloque la paridad por encima de $9. O sea, es explicable la actitud de conservar sin comercializar, aunque se admite que distorsionan las cuentas externas.

Previsión versus especulación
Resulta paradójico, en cambio, que pese a la gran cosecha, la perspectiva de ingreso de divisas disminuya como corolario de la sostenida baja mundial en los granos y oleaginosas.

Las expectativas del comercio internacional indican que, para noviembre, el precio de la soja podría llegar a estar debajo de los US$400 la tonelada y ello significaría una menor disposición de medios de pago externos por aproximadamente unos US$1.000 millones.

Las noticias que llegan desde Estados Unidos, e incluso de Brasil, anuncian tonelajes récord no sólo de soja sino de maíz, trigo y cebada que también comprenden al campo argentino; pero esa potencial abundancia se reflejaría en un descenso en los precios. Los operadores consideran que un “buen precio” de la soja sería en US$413 la tonelada para enero de 2015. En el ese espectro, el poroto se mantiene en nivel más bajo y las harinas en el superior.

Si estuviéramos en condiciones de imponer las modalidades a nuestros adquirentes, lo más ventajoso sería incrementar al máximo la venta de productos agrícolas previamente industrializados pero, especialmente China insiste en adquirir poroto y es muy difícil convencer a un gigante tan omnipotente que hace compras masivas. Por otra parte, las condiciones generales dificultan cualquier intento de incrementar las exportaciones de productos manufacturados sin materia prima agraria.

Es altamente probable además que la acción dilatoria de los grandes productores o acopiadores de soja y, en alguna medida de maíz, prefieran utilizarla en calidad de reservas de valor para decidir las ventas cuando evalúen que más les conviene, pues pretenden “superar el aguacero” que significa la caída generalizada operada en el mundo en la mayoría de los bienes y servicios, como secuela de la prolongación de la recesión reinante desde 2008. Es cierto que ello supone un riesgo pero prefieren cubrirse de las devaluaciones internas más que de las bajas en las cotizaciones internacionales.

La Secretaría de Comercio ha dado tácito testimonio de que tiene la convicción de que las consecuencias de mantener un sobre stock a la espera de una nueva importante devaluación no será nada fácil. Lo relacionan con la superior demanda de divisas para adelantar pagos en el exterior de los grandes operadores. Estos empresarios, por su parte, intentan presionar al Gobierno señalándolo como “único responsable” y argumentan que la caída en las exportaciones esta íntimamente ligada al freno de las importaciones que se hacen en ámbitos públicos.

Sostienen falsamente que “gran parte de lo importado se destina a la producción de bienes que luego se comercializan fuera del país”; pero la amplia generalización de esa operatoria está exagerada. Un muy somero examen sobre la evolución interanual respecto de nuestras compras externas quita todo sustento a semejante planteo pues su disminución es sumamente baja y las realizadas en 2014 equivalen a 99,4% respecto de las concretadas durante idéntico período de 2013. Lo “nuevo” estriba exclusivamente en que los precios, en general, descendieron.

Un dirigente agrario arguyó que “cada uno puede hacer lo que quiera” en el transcurso de una reunión realizada en la sede de su organización empresarial. Por tratarse de la única fuente de generación de divisas que posee Argentina, las evidentes maniobras especulativas antes señaladas perjudican no sólo al Gobierno, sino a todo el país y, especialmente al grueso de la población; lo cual hace incompatible su pretensión de autonomía total.

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