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Gernika y Picasso en la memoria de la humanidad

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Por Silverio E. Escudero

La memoria del martirologio de bellísima ciudad de Gernika, custodia de todas las libertades, lacera. Cada vez que los hombres y mujeres libres se convocan en torno a su recuerdo se derrota a todo aquel que levanta su voz, su puño, su grito en contra la Libertad.
Habremos rendido, entonces, nuevamente a los que intentan censurar, a los que son capaces de entregar su identidad para que otros decidan sobre su futuro y ser uno más en esa masa vociferante que se somete a la voluntad omnímoda de líderes carismáticos a los que elevan a la categoría de dioses infalibles.
Fue un día como hoy, pero de hace 80 años, cuando la guerra civil española transitaba su tramo final. Ese día –a la hora de la feria- la nobilísima villa de Gernika sufrió un ataque aéreo atroz por parte de una escuadrilla encabezada por 33 aviones Junker de la Legión Cóndor, unidad de élite de la Luftwaffe, con apoyo de la Aviación Legionaria italiana.
Estaban armados no sólo con explosivos y metrallas de “reglamento”, sino con dos mil quinientas bombas antipersonales repletadas de un compuesto químico de aluminio y óxido de hierro, capaz de provocar incendios y tormentas de fuego que alcanzan, en su núcleo, una temperatura de 2.700º C.
Los muertos fueron entre 250 y 300 personas aunque algunos periódicos franceses de la época elevaron la cifra a 3.000, y muchas más resultaron heridas al derrumbarse muros, destrozarse tejados y prenderse fuego las casas. Fueron destruidos 271 edificios, las tres cuartas partes de la ciudad.
Los testimonios de los sobrevivientes desgarran. Como se desgarra mi viejo y querido Aitor Arrúa, que por esos días era apenas un niño, cuando lo invaden los recuerdos y fantasmas como la figura del general Emilio Mola, que asesinó a parte de su familia tres días después del ataque aéreo, cuando se aprestaban a defender, sólo armados con palos y azadas, al Roble Histórico.
Árbol bajo el cual los reyes españoles juran respetar las libertades vascas recitando una oración que me dictó Aitor y que nos atrevemos a transcribir en su honor y recuerdo:

Jaungoikuarem aurrean apalik, euzko-lur ganian zutuni asabearen gomutaz Gernika´ko zuaizpian nere aginduba ondo betetzia zin dagit.
(Ante Dios, humildemente, en pie sobre la tierra vasca, en recuerdo de los antepasados, bajo el árbol de Gernika, juro desempeñar fielmente mi cargo).
El infierno comenzó en la tarde del 26 de abril de 1937. De forma totalmente inesperada, a las 16.30 horas, aparecieron en el cielo de la pequeña ciudad vasca los primeros bombarderos alemanes para ejecutar una orden brutal. El 27, el lehendakari -presidente- del gobierno vasco José Antonio Aguirre envió al ministro de Marina y Aire un telegrama plagado de dolor: “Perdimos Eibar misma mañana que Marquina y Durango perdiéndose línea Mañaria (…) rotas comunicaciones bombardeo criminal Guernica ardiendo totalidad pueblo (…) moral tropas retaguardia derrotada por indefensión total aérea”.
El responsable militar del ataque fue el jefe de grupo de ensayo de la Luftwaffe alemana en España, el mariscal Wolfram von Richthofen. Miembro del Estado Mayor de la Legión Cóndor, anotó en su bitácora: “Guernica, ciudad de cinco mil habitantes, ha sido literalmente asolada. El ataque se realizó con bombas de 250 kilogramos y bombas incendiarias, de estas últimas aproximadamente un tercio del total arrojado. Cuando llegaron los JU (Junkers 52) ya había por todas partes humo de los VB (el bombardero Versuchsbomberstaffel 88) que atacaron con tres aparatos, nadie pudo reconocer ya los objetivos de las carreteras, puentes, y arrabales y bombardearon el centro (…)”, en un intento de excusarse ante la matanza.

El 1 de mayo de 1937 se organizó una masiva manifestación en París, en principio para celebrar el Día Internacional de los Trabajadores, pero se convirtió en una repulsa al ataque a Gernika.
A esta manifestación acudieron también intelectuales y artistas residentes en París, incluido Picasso. El malagueño, que había recibido en enero el encargo oficial de una obra para el pabellón español de la Exposición Internacional de París de ese año, realizó sus primeros bocetos de lo que sería su Guernica el día 1 de mayo tras la asistencia a la manifestación.
El acontecimiento provocó un giro en el tema a tratar en la pintura encargada, además de encender a Picasso. “Mi trabajo es un grito de denuncia de la guerra y de los ataques de los enemigos de la República establecida legalmente tras las elecciones del 31 (…) La pintura no está para decorar apartamentos, el arte es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo. La guerra de España es la batalla de la reacción contra el pueblo, contra la libertad. En la pintura mural en la que estoy trabajando, y que titularé Guernica, y en todas mis últimas obras expreso claramente mi repulsión hacia la casta militar, que ha sumido a España en un océano de dolor y muerte”, afirmó.
Rafael Alberti, el eterno poeta, emocionado le dijo a Picasso:
Tú hiciste aquella obra y le pusiste un título
Ese y no otro. Siempre,
desde el primer llanto del mundo,
las guerras fueron conocidas,
las batallas tuvieron cada una su nombre.
Tú habías vivido una: la primera más terrible de todas.
Y sin embargo, mientras
a tu mejor amigo, Apollinaire,
un casco de metralla le tocaba las sienes,
tu desvelada mano,
y no a muchos kilómetros de lo que sucedía,
continuaba inventando la nueva realidad maravillosa/ tan llena de futuro.

Pero cuando después,
a casi veinte años de distancia,
fue tocado aquel toro,
el mismo que arremete por tus venas,
bajaste sin que nadie lo ordenara
a la mitad del ruedo,
al centro ensangrentado de la arena de España (…)
Y no llamaste a esto
ni el Marne ni Verdun ni ningún otro nombre merecedor del recuerdo más hondo
(aunque allí la matanza fue mucho más terrible). Lo llamaste Guernica. Y es el pueblo español,
aunque tantos no quieran,
el que está siempre allí,
el que tuvo el arrojo de poner en tu mano
esa luz gris y blanca que salió entonces de su sangre
para que iluminaras su memoria.”

La enorme polémica que se desató sobre los objetivos del bombardeo y sobre quiénes fueron los responsables de haber dado la orden de destruirla subsiste y se profundiza.
Las afirmaciones difundidas por el franquismo -sostenidas desde los púlpitos- de que las tropas vascas habían sido las causantes del incendio de Gernika, resultaba difícil de sostener. No se necesitaba, para destruir un cruce de caminos y un puente, tal cantidad de armas, bombas y aviones, cuando, además, esos objetivos no fueron alcanzados. El explícito reconocimiento de von Richthofen de que el bombardeo del área urbana estaba previsto, despedaza a los negacionistas.
Ya no hay duda de la responsabilidad alemana (e italiana) en el bombardeo de Gernika, anota el historiador vasco Ricardo Miralles.
Anota Miralles: “Subsiste, en cambio, mayor discusión en cuanto a la autoría de la orden” pero habría acuerdo “en que la planificación estratégica del bombardeo se inscribió en la línea de cooperación germano-española durante la campaña del Norte, y ésta implicaba que el general Sperrle, comandante de la Legión Cóndor, estaba sólo y exclusivamente bajo el mando de Franco (…) Por tanto, la responsabilidad por el bombardeo de Guernica alcanzaría en igual medida a Franco, como jefe máximo de las armas de los sublevados, a Mola, como comandante en jefe del Ejército del Norte, a Kindelán, como jefe de las fuerzas aéreas nacionales, y a Sperrle, responsable de la Legión Cóndor.”

 

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