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¿Es esto la política?

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Por José Emilio Ortega – Santiago Martín Espósito (*)

¡Es la economía, estúpido!, sentenciaron los especialistas en la campaña presidencial norteamericana de 1992; y enterraron la política.
No existe debate posible sobre la fluctuación entre el Estado, el mercado y la sociedad. La absorción de la política por el mercado sometió estructuras institucionales a descarnados esfuerzos de aclimatación.
El imperio de la economía sobre la política -la “barbarie”, según expresó el pensador francés Comte-Sponville- no es un tema menor. La libertad de mercado parece defender la prescindencia de la política: las decisiones del consumidor priman sobre toda cuestión; el mercado asegura ofertas para satisfacer cualquier necesidad.
La política es un capítulo de una moderna “lex mercatoria”. Los focus groups políticos siguen los modelos de las investigaciones de mercado.
Los conceptos “ciudadano” y “ciudadanía” entran en crisis. Se habla de marcas por partidos; o de marketing político por campañas.
Si el consumidor está a un clic de conseguir lo que desea y participar, a través de eficientes y baratas redes sociales ¿tiene sentido la formación o participación ciudadana convencional?
Las tecnologías de la información y las comunicaciones abrieron formas de legitimar el poder y construir la opinión pública, tan incidentes para impulsar la participación política como para instalar la apatía. Los actores políticos aprenden a apropiarse de estos elementos.
El concepto tradicional de política – agrupar a personas para lograr propósitos colectivos sobre un conjunto de postulados- se desvanece.
Desde 1983, reformada la casi totalidad de constituciones provinciales argentinas y la nacional en 1994, modificados los regímenes de partidos políticos y electorales, funcionan en formato analógico, frente a un interés ciudadano por la política mutante, calificado como “despolitización”. ¿Lo es en realidad?
Recordando a Jürgen Habermas en este mundo “posideológico”, ¿la sociedad argentina no ocupa su lugar en la esfera pública?
Son maneras de entender -hacer, interpretar- la política.
Se afirma que las nuevas generaciones están poco preparadas para la vida democrática. Subyace la pregunta: ¿se practica hoy genuina actividad política?
Aun cuando sean comunes las manifestaciones ciudadanas, sus causas y efectos encuentran un aliado en las redes sociales, que impulsan una motivación aparentemente más vinculada con la lógica del mercado.
Los temas se deslizan y es difícil integrarlos en un programa político tradicional. Los mensajes necesariamente se vuelven distintos. ¿Más superficiales?
No está tan claro: ese tobogán en el que los conceptos de táctica o estrategia parecen invertirse, no adolece de lúcidos generales formados con base en enciclopedia. Avezados profesionales del mercado de la política.
Así es como llegamos a partidos políticos que, tradicionales en gran parte del siglo XX, hoy se comportan como volátiles marcas electorales: mutan la militancia, las plataformas, los criterios de comunicación.
El papel de los partidos políticos como escenario de construcción ideológica y de intermediación con el poder político ha sido desplazado. El candidato arma el partido y no al revés.
Más que la “suficiente preparación para la política”, interesan otros datos. En nuestro país, sólo 40% de la población estudiantil termina el secundario en tiempo y forma.
Un magro tercio de los argentinos de entre 18 y 65 años posee algún estudio posecundario incompleto o completo. Según datos de 2014, 28 habitantes de cada 10.000 se gradúa en alguna carrera. Brasil gradúa 100% más y Chile 62%. De 36 millones de personas mayores de 5 años, 24 asistieron a la escuela, pero 3 no terminaron el primario y 4 no finalizaron el secundario. Cuarenta y ocho por ciento de población menor de 18 años posee padres con estudios inferiores a secundaria completa. Entre los jóvenes de entre 18 y 25 años (4,4 millones), 17,3% (un millón) no estudia, no trabaja y no busca empleo. Pero de los 12 millones de hogares censados en 2010, 5 millones tienen computadora, 10,5 telefonía celular (con 63 millones de líneas activas). Noventa y ocho por ciento de los hogares tiene acceso a TV, y 30% de aparatos califican como “smart”. En estos claroscuros radican las grietas, las necesidades, los desafíos, las ventajas y desventajas, las oportunidades para los profesionales del marketing…
Terminó el espacio mediador tradicional del partido y sus dirigentes. Es el ajuste que impuso el mercado, dicho objetivamente, sin pretender ponderar el acontecimiento. Existen distintos vínculos, intereses, formas de entrecruzamiento. Aunque como dice Zizek -en otras palabras-, cambian los sentidos pero seguimos haciendo las mismas cosas.
La política, en consecuencia, no ha terminado. Mucho menos, el rol del Estado democrático.

(*) Docentes Derecho Público  y Municipal, UNC

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