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El nacionalismo revolucionario de Juan José Torres

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La Historia refleja las hazañas, las penurias y los sinsabores de los pueblos comprometidos en la búsqueda de la libertad y la independencia. Sus héroes han protagonizado gestas gloriosas transformándose en verdaderos cruzados de su causa que, en algunos casos, han quedado en la mitología de sus pueblos.

Por Silverio E. Escudero – Exclusivo para Comercio y Justicia

Larga sería la nómina de estos hombres que integran la galería de precursores que vivieron peligrosamente. Muchas veces terminaron sus días virtualmente lapidados en la plaza pública. Cada lector, de acuerdo con sus convicciones más profundas, la organizará a su modo. La nuestra, dedicada a los políticos latinoamericanos, está integrada, entre otros, por Benito Juárez, José Enrique Rodo, Plutarco Elías Calle, Lázaro Cárdenas, José Martí, Eugenio María de Hostos, Fidel Castro, Juan Bosch, Augusto César Sandino, Juan José Arévalo, Francisco de Miranda, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Alberto Sánchez, Víctor Raúl Haya de la Torre, José Gervasio de Artigas, José Batlle y Ordóñez, José Carlos Mariátegui, Juscelino Kubitchek, Jânio Quadros, Fernando Belaúnde Terry, Germán Arciniegas, Arturo Ardao y Leopoldo Zea.

De entre ellos queremos rescatar, esta vez, al general boliviano Juan José Torres, quien protagonizó, en pleno siglo XX, uno de los más serios y profundos intentos de liberación de su pueblo. Gobernó su patria entre el 7 de octubre de 1970 y el 21 de agosto de 1971.Tiempo suficiente para que la nacionalización de la Mina Matilde y las Colas y Desmontes, la expulsión de los Cuerpos de Paz de Estados Unidos, que encubría una fuerza de ocupación con la complicidad de Alfredo Ovando Candia y los sectores ultraconservadores, dispuso un aumento presupuestario significativo a las universidades bolivianas, la creación de la Corporación de Desarrollo (la primera incubadora de empresas estatales en América Latina) y el Banco del Estado, que promovía el desarrollo armónico del país, organismo que encontró severa resistencia en Santa Cruz de la Sierra y en la poderosa comunidad alemana que maneja, desde mediados de la década del 30, los negocios financieros en el país del altiplano. El 21 de agosto de 1971 se produjo el golpe de Estado contra el gobierno popular del general Juan José Torres González y con ello se dio inicio a una de las más sangrientas dictaduras, encabezada por Hugo Banzer Suárez, que fue tanto o más carnicero que Rafael Leónidas Trujillo y Marcos Pérez Jiménez.

Documentos recientemente desclasificados por los archivos estadounidenses confirmaron la percepción popular que culpaba de ese sangriento golpe de Estado a Washington. La transcripción de una larga conversación, de 59 minutos de duración, sostenida entre el secretario de Estado Henry A. Kissinger y el presidente Richard Nixon devela que fue ordenado por la Casa Blanca y planificado por la CIA que, también, monitoreó su ejecución atento a la orden presidencial que había recibido. Un fragmento de ese diálogo es altamente revelador. Kissinger avisa al presidente: “Estamos teniendo, también, un gran problema en Bolivia”. Y propone un curso de acción…”Ya le dije a (director General de Planificación de la CIA) Karamessines de arrancar con una operación, lo más rápidamente posible. Inclusive el Embajador allí, que es muy blando, ahora está diciendo que debemos empezar allí a jugar con los militares, o las cosas se irán por el alcantarrillado (…) Nosotros veremos lo que podemos, dependiendo del contexto. Ellos nos van a sacar en otros dos meses. Ellos se han desecho de los cuerpos de Paz, lo que es una ventaja pero ahora se quieren deshacer de USIA y de los militares. Y, yo no sé qué podemos hacer, hasta  pensar (desquitarnos) con un golpe, pero debemos averiguar cuál es la situación allí. Estoy pensando, antes de que ellos den el golpe, nosotros debemos…” A lo que Nixon le pidió que recordara que “nosotros les dimos a estos malditos bolivianos el estaño”.

Es menester, antes de continuar con nuestra tarea, anotar que a Juan José Torres le gustaba recordar que estuvo “en Buenos Aires en 1946 siguiendo un curso de artillería. Fíjese que presencié el ascenso de Perón al poder”, al que le reconoce haber tenido una fuerte influencia en su formación política.

En un largo reportaje concedido al periodista Ricardo Cámara tras la asunción al poder, definió qué entendía por nacionalismo revolucionario. “El nacionalismo revolucionario es el movimiento político más importante del siglo XX. En Bolivia está presente en su fuerza armada y en todo el pueblo, como se ha visto en la última crisis. Expresión de la alianza de la clase media, de los obreros y de los campesinos, el nacionalismo revolucionario busca romper el statu-quo y la dependencia, a fin de lograr una sociedad donde exista una mayor movilidad social y mejores oportunidades y donde, además, se consolide el Estado nacional.

Digo que es el movimiento más importante del siglo porque ha cambiado el mapa político mundial, dando lugar al surgimiento del Tercer Mundo y de las naciones no alineadas, que han resuelto aplicar una política internacional de coexistencia activa para ejercer una mayor influencia económica y militar en los asuntos internacionales. Bolivia forma parte del Tercer Mundo revolucionario. Los movimientos nacionalistas revolucionarios son amplios frentes políticos, generalmente conducidos por las fuerzas armadas, que se encuentran en una posición antiimperialista y antifeudal, o por partidos políticos que encabezan la lucha para romper las estructuras de dominación.”

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