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El listado de personas más influyentes

Por Alicia Migliore*
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Por Alicia Migliore

He releído hace unos días una nota periodística acerca de un listado de “Las personas influyentes de la Argentina” que elabora anualmente la consultora Giacobbe y Asociados, de la que desconozco metodología de trabajo, limitándome al informe periodístico.
Tampoco se analiza el concepto que adjudican los encuestados al término “influyentes”, dado que no se ha accedido a las preguntas formuladas en la muestra efectuada.
Se incluyen en la nómina 100 personas, y es posible efectuar algún análisis, opinable naturalmente, desde una óptica de simple ciudadana.
La lista de los diez primeros es la siguiente:
1. Mauricio Macri
2. Elisa Carrió
3. María Eugenia Vidal
4. Papa Francisco
5. Jorge Lanata
6. Cristina Fernández
7. Marcelo Tinelli
8. Sergio Massa
9. Mirtha Legrand
10. Margarita Stolbizer

Debe señalarse que no necesariamente es una valoración positiva la que elaboran estos consultores, sino un listado de personas que la muestra relevada considera influyentes.
La concepción macrocefálica de nuestra Nación hace que el listado se reduzca a personas radicadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) o en la provincia homónima, porque el interior del país sigue siendo una realidad lejana, que tributa al puerto su producción y se subordina al mando, delegando su representación. Dato que, lejos de resultar novedoso, ratifica que el federalismo concebido en la Constitución Nacional resulta, hasta este momento de nuestra historia nacional, una ilusión.
La misma ilusión que lleva a infinidad de desamparados al hacinamiento en las villas de emergencia de la CABA o del conurbano bonaerense, abandonando sus orígenes, en procura de un bienestar que sólo la Capital ofrece.
Ilusión alimentada, por otra parte, por medios de comunicación que difunden la realidad de la CABA Aires como si el país se terminara apenas se cruza la avenida General Paz.
Que el listado lo encabece el presidente de la Nación no resulta sorpresivo en un país tan poco predecible como el nuestro, circunstancia que se agrega al fuerte presidencialismo que se nutre del autoritarismo pasivo de la población que espera soluciones mágicas, sin acudir a los resortes de participación, al decir de Marcos Aguinis.
Que figure el papa Francisco en los primeros lugares es razonable, teniendo en consideración que nuestra Constitución establece que la Nación sostiene el Culto Católico Apostólico Romano del Estado y, si bien se diferencia la iglesia del Papa, la condición de argentino de éste y su alta exposición pública en los problemas mundiales, americanos y nacionales lo convierte en una referencia prioritaria.

Sobre el final del listado aparecen Mirtha Legrand y Marcelo Tinelli, figuras que nos señalan la calidad de la televisión y su sentido pasatista y superficial, donde las temáticas son presentadas en abigarrada síntesis en el primero de los casos y circunscriptas a la imagen de cuerpos esculturales, danzas dotadas de alta sensualidad y conflictos personales propios de un conventillo, en el segundo.
En un país que tiene una Justicia lenta y cuestionada, el rol del denunciante público asumido por Jorge Lanata encuentra una valoración especial en aquellos justiciables que sienten que los medios de comunicación completan la tarea que los jueces incumplen.
Distorsión que conduce a la condena social y mediática irrefutable, y muchas veces temeraria, ante la pasividad de un sistema judicial que llega tarde, mal y nunca.
Éste es un año electoral, y seguramente influye sino determina, para que los diez primeros tengan activos roles políticos, aunque no en todos los casos partidarios.
Si excluyéramos del listado al representante de Dios en la tierra, el papa Francisco, sin analizar el sexo de los ángeles, y sin perder de vista que la iglesia Católica no autoriza el orden sagrado a las mujeres (por lo que no pueden ser sacerdotisas ni, mucho menos, papisas) quedaremos con una lista de nueve personas, de las cuales cinco son mujeres.
No podemos incurrir en el error de creer que la participación femenina en política supera la masculina; nada más lejos de la realidad; las mujeres siguen siendo excluidas de los espacios de decisión y poder.
Tampoco podemos desconocer que las mujeres políticas han logrado en la actualidad una credibilidad superior a la que tienenlos varones. La presencia de Vidal, Carrió, Fernández y Stolbizer (en ese orden) así lo indican.
La primera, gobernando la provincia más grande, rica y peor administrada del país con un tono crítico de constante denuncia y alimentando la esperanza de todos aquellos descreídos del sistema político precedente. La segunda y la última, jugando al límite del vértigo con investigaciones exhaustivas sobre organizaciones mafiosas que manejan los hilos del poder. Y Fernández, después de 12 años en el poder, primero como consorte del Presidente y luego en la Presidencia, manteniendo una alta exposición pública, continúa concitando los sentimientos y pasiones extremas.
Casi cerrando el grupo, aparece Sergio Massa, quien pretende imponer su figura por sobre la polarización existente y alimentada desde los despachos y los medios.
Varias son las inquietudes que este listado genera: la primera es sin duda la señal de alarma que deberían sentir los partidos políticos argentinos, base de nuestro sistema democrático de gobierno.

Nuestra Constitución Nacional establece en su Art. 38: “Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático. Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas…”
Y aquí sí, estableceremos qué entendemos por partidos políticos: los concebimos como entidades de interés público, constituidas con el fin de promover la participación de los ciudadanos en la vida democrática y contribuir a la integración de la representación nacional; los individuos que la conforman comparten intereses, visiones de la realidad, principios, valores, proyectos y objetivo.
¿Cómo resultará posible entonces la participación de la ciudadanía en la cosa pública, si en lugar de agruparse en razón de ideas compartidas se construye el poder con base en imágenes mediáticas individuales?
¿Dónde quedaron las bases de acción política, las plataformas y propuestas que se recitaban en tribunas y se repartían en mano? ¿Alcanza con estrategias fijadas por asesores de imagen que buscan adhesión a la persona en sí misma?
¿Los partidos tradicionales son incapaces de posicionar personas que influyan en la sociedad que pretenden representar? ¿La Unión Cívica Radical permitió, posibilitó o decidió que mujeres integrantes de sus filas, como Carrió o Stolbizer, las abandonaran y se erigieran en figuras determinantes sin un partido fuerte que las acompañe, al tiempo que fue incapaz de generar o visibilizar otras figuras que pudieran resultar influyentes?
¿El Partido Justicialista, sumergido en la inmovilidad del poder prolongado, con un verticalismo cercano a sus orígenes, no logra emplazar a dirigentes en condiciones de ocupar los primeros puestos, manteniendo la polémica presencia de la cuestionada judicialmente ex Jefa de Estado? ¿El Socialismo, desintegrado en varias organizaciones, ha desaparecido de la valoración popular?
Y la pregunta central: ¿es suficiente para administrar la cosa pública, gestionar, producir transformaciones, la adhesión a personas que se suponen bien intencionadas pero no han sido capaces de construir una masa crítica que adhiera a sus postulaciones y luego traslade sus principios y propuestas al gobierno?
Si el triunfo de la antipolítica se sostiene y mantiene en el tiempo, será oportuno preguntarnos qué modelo de sociedad pretendemos… probablemente sea la de Showmatch, que todos criticamos e hipócritamente consumimos.

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