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Continuidad sí, pero con algunas sutilezas

Por Adolfo Ruiz - Jefe de Redacción de Comercio y Justicia
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Otra vez. Quinta vez. Un nuevo respaldo a un modelo de política y de gestión de la que Córdoba se declara “enamorada” (o algo parecido) desde aquel 20 de diciembre de 1998, cuando De la Sota le sacó nueve puntos de ventaja a Ramón Mestre, e instaló el peronismo en el gobierno de una provincia hasta entonces considerada “de tradición radical”.

Desde aquellos comicios se han sucedido nombres, elecciones, contextos, escándalos, crisis, épocas de crecimiento y de las otras. Como sugería en sus mensajes publicitarios uno de los frentes opositores: pasaron cuatro mundiales, tres papas, cinco presidentes; pero Córdoba sigue ahí, firme, respaldando el mismo grupo de gobierno, que ahora extendió su crédito al menos hasta 2019.

¿Será que está tan bien todo lo que han hecho desde entonces? Cualquier respuesta que demos desde aquí implicaría una toma de posición, admisible -por cierto- pero inoportuna para la jornada de un acto eleccionario, en que el soberano -el pueblo-, el dueño del poder, es el que se expresa de manera abrumadora. Entonces será mejor escuchar a los votantes.

Lo que sí podemos intentar desentramar es lo que viene a partir del 10 de diciembre, cuando Juan Schiaretti ingrese al despacho mayor de ese extraño edificio, bautizado “El Panal”, que él mismo mandó a construir y que apenas sí pudo ocupar unos días, a finales de 2011, antes de entregar el mando.

Esta vez, sin discusiones
En primer lugar, esta nueva gestión de Schiaretti al frente de la Provincia se iniciará con una base de sustentación y una legitimidad mucho mayores que en la anterior. Por un lado, la diferencia que obtuvo en las urnas lo pone a salvo de todos los cuestionamientos que recibió su partido en aquella crisis del 2 de septiembre de 2007 y el “abran las urnas”. Esta vez no habrá de que dar ningún tipo de explicaciones ni salir a mendigar retazos de poder en el despacho de un intendente de otro partido.

Pero el otro dato político que otorga mayor base de sustentación a Schiaretti es el hecho de que su mandato no tendrá la limitación constitucional de sólo un período, tal como sucedió en la anterior ocasión, como consecuencia de que venía de ocupar el cargo vicegobernador, y por tanto la Carta Magna provincial le impedía ir por la reelección.

Aunque parezca un dato menor, esta certeza no le permitió a Schiaretti en ningún momento de su gestión construir un liderazgo ni “aglutinar tropa” dentro del peronismo, debiendo conformarse siempre con un estrecho margen de movimiento. Si bien su antecesor (y sucesor, José Manuel de la Sota) en ningún momento dio muestras de pretender intervenir en la gestión -al menos públicamente-, logró poner a resguardo la totalidad de su cuota de poder, y terminó imponiendo condiciones, estrategias y nombres en la elección que lo devolvió al poder, el 7 de agosto de 2011.

En esta ocasión ¿le habrá dejado De la Sota esa cuota de poder que le retaceó hace cuatro años? No sería bueno pecar de ingenuos. Pero como se dice en la política “el poder es del que tiene la firma”, en alusión a que el que ejerce el Ejecutivo es quien corre con toda la ventaja, aún en el frente interno de los partidos.

Más que sutilezas
No han sido sólo sutilezas las que diferenciaron la gestión actual de la de su antecesor. Quien no lo crea, se convencería con sólo preguntárselo a cualquier schiarettista paladar negro, que los hay. Claro que es mucho más lo que los hermana que lo que los diferencia, pero bastaría ver -por ejemplo- las políticas de derechos humanos de una y de otra gestión para entender estas diferencias.

El estado de los sitios de la memoria, reabiertos y conformados durante la anterior gestión, han padecido el desamparo durante la actual.

La otra novedad que trae este nuevo mandato del electo gobernador tiene relación con su compañero de fórmula, Martín Llaryora, quien logró su ansiado arribo en las grandes ligas de la política cordobesa. Como pocos, aprovechó una sólida gestión al frente del municipio de San Francisco, la capitalizó con la construcción de un espacio político interno dentro de Unión por Córdoba. Hizo sentir su paso pro el Ministerio de Industria de la Provincia y tejió una oportuna alianza con Schiaretti, con quien ya en anteriores ocasiones había aunado fuerzas para hacerse lugar en las estructuras del partido.

El mosaico que queda
El segundo y tercer puesto que lograron, por un lado, la alianza tripartita entre radicales, juecistas y macristas, y por el otro el peronismo kirchnerista a los que se sumaron dirigentes de otras fuerzas, no hace más que complejizar aún más el panorama de la oposición cordobesa.

Es una incógnita a esta altura determinar cómo será la Legislatura unicameral, y cómo habrán de dividirse las pequeñas cuotas de poder en el recinto, que será terreno fértil para nuevas alianzas, regresos a bancadas de origen, “borocotizaciones”, bloques unipersonales y demás.

Lo que sí se volvió a ratificar es el marcado crecimiento del bloque de la izquierda, con Liliana Olivero a la cabeza. El Frente de Izquierda y los Trabajadores volvió a ratificar en las urnas el crecimiento sostenido que viene mostrando, con el premio de tener dos bancas, y el desafío de lograr -de una buena vez- aglutinar un espectro político que hasta hace poco tiempo padecía una balcanización, pero que ahora experimenta un crecimiento, fruto de un largo trabajo de su militancia y de sus dirigentes.

Ése es el escenario político que ofrece Córdoba. El 10 de diciembre sus protagonistas entrarán en acción.

* Jefe de Redacción Comercio y Justicia

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