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Camilo Torres: la magnitud del revolucionario (parte I de IV)

Por Jorge A. Allievi - Exclusivo para Comercio y Justicia
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Los hombres –debida a su infinita complejidad- reaccionan de manera diferente como producto de su condición histórico-social.

Así, un proceso de sometimiento popular, causado por la explotación de sectores dominantes, produce reacciones de insurgencia armada como las revoluciones francesa, bolchevique, cubana o vietnamita, o de resistencia pacífica como la encarada por Mahatma Gandhi. Es el caso de numerosos países americanos que siguieron un camino parecido en su lucha por despojarse de la dominación estadounidense.

La voracidad del país del norte por el resto del continente nace prácticamente con el siglo XX; mas el fuerte accionar sobre nuestros pueblos se desarrolló principalmente desde mediados de la década del 20 hasta los años 80 y, dentro de este período, la resistencia popular latinoamericana hizo sentir su fuerza entre las décadas del 50 y 70, con fuerte contenido ideológico y elevado romanticismo revolucionario.

Por esos tiempos no sólo triunfaba la Revolución cubana sino que se encontraba en su máxima dimensión la resistencia del pueblo vietnamita, la lucha por la liberación argelina del colonialismo francés, las guerras independentistas de Angola y El Congo, y los movimientos de resistencia europeo-centrales. Era una lucha desigual. Los países colonialistas se hacían sentir de una manera atroz, lo que produjo esta atomización revolucionaria mundial.

En este contexto, América Latina no estaba exenta de este tipo de levantamientos. Colombia, como la gran mayoría de los países centroamericanos –productores fundamentalmente de bienes primarios- estaban dominados desde la década del 20 por la tristemente célebre United Fruit Company, suerte de CIA encubierta bajo la máscara de multinacional, encargada de custodiar los intereses de los grandes capitales norteamericanos.

En diciembre de 1928 los obreros bananeros de las plantaciones de Ciénaga, en Magdalena, se levantan contra la compañía frutícola exigiendo condiciones dignas de vida. Gobernaba por entonces el presidente Miguel Abadía Méndez, del Partido Conservador, el que ordena reprimirlos con un saldo de más de dos mil muertos.

Dos meses después, en Bogotá, el 3 de febrero de 1929, nace un pionero de la Teología de la Liberación: Jorge Camilo Torres Restrepo, o simplemente Camilo Torres. Camilo cursó la primaria en el Colegio Alemán y se graduó de bachiller en el Liceo Cervantes en 1946. Ya en su adolescencia tenía inquietudes sociales e intelectuales. En el bachillerato, editó el periódico “El Puma” que en su nota explicativa decía “diario semanal, aparece cada mes”.

Para entender el porqué de su elección revolucionaria como camino hacia Cristo -tal como lo interpretaba- y un servicio de amor al prójimo, es necesario que nos ubiquemos en el proceso histórico de Colombia en el período en que transcurrió la vida del cura guerrillero.

Jorge Eliécer Gaitán, aquel vigoroso caudillo liberal progresista que en el mes de febrero de 1948 había sacudido el régimen conservador con su Oración por la Paz, es asesinado el 9 de abril del mismo año. En aquel discurso el líder colombiano dijo: “Nosotros, señor presidente, no somos cobardes ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia! Impedid, señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia”.

Esta alevosía provocaría la ira del pueblo colombiano, que se se expresará cabalmente el celebérrimo Bogotazo y el temor del presidente Mariano Ospina Pérez. Aunque los sectores conservadores lograron, de esa manera, evitar el seguro triunfo del caudillo que era sinónimo de avance en la construcción de una democracia más pura y el acceso de los sectores populares al poder. La muerte de Gaitán y el Bogotazo marcan el inicio de una aterradora lucha en Colombia que producirá cientos de miles de muertos, desaparecidos y vejados durante una década.

Por esos días, Bogotá era la sede de la IX Conferencia Panamericana convocada por Estados Unidos que intentaba convencer a los países participantes de firmar un acuerdo por el cual se declarara fuera de la ley al comunismo. Mientras, paralelamente se organizaba un Congreso Latinoamericano de Estudiantes, como respuesta a la Conferencia Panamericana y denuncia de la intromisión de Washington en los asuntos internos de numerosas naciones de América Latina, y cuyo orador principal sería Jorge Eliécer Gaitán.

Cabe aclarar que gran parte de la dirigencia del caudillo y bases liberales fueron las víctimas, empujándolos nuevamente a la confrontación por medio de la guerra de guerrillas. Guadalupe Salcedo, Tulio Bayer, Juan de la Cruz Varela –líder campesino y de formación comunista- entre otros tantos, encabezan las insurrecciones. Luego vendrán los gobiernos de Gustavo Rojas Pinilla, quien mantendrá una no muy convincente calma durante cuatro años, pero un nuevo golpe cívico-militar lo destituirá.

Alberto Lleras Camargo será el impulsor de un acuerdo con los Conservadores para establecer una alternancia cada cuatro años en el poder entre conservadores y liberales, lo que se materializa el 1 de diciembre de 1957 por medio de una reforma constitucional.

(*) Diplomado en Patrimonio Cultural Latinoamericano – Historiador.
Autor de Juan Bautista Bustos, una aproximación a su figura a través de los documentos.

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