ESCUCHAREl derecho en papel acerca a las personas. Publicar sobre cuestiones judiciales trae, muchas veces, bienvenidas consecuencias.
Por Luis R. Carranza Torres
Las revistas especializadas no sólo son fuente de conocimiento. Pueden también llevar a la amistad: me ha pasado -por fortuna, en no pocas oportunidades- en varias de ellas.
“De chiquilín te miraba de afuera/como a esas cosas que nunca se alcanzan…” comienza diciendo la letra del tango Cafetín de Buenos Aires, de Edmundo Rivero. Aplica, y en mucho, a cierta etapa de la vida de uno. Jóvenes abogados, noveles en su título, que buscan poner sus inquietudes investigativas sobre el papel. Con “veinticortos”, por lo general, ver publicados sus trabajos en una revista especializada es para un “legalis homo” un sueño más que deseado. Pero también abre la puerta a nuevos horizontes y a conocer a otras personas con quienes se comparte el mismo tipo de inquietudes por develar los vericuetos o problemas, grandes o pequeños, de alguna cuestión del derecho.
En lo que a mí respecta, Un nuevo rol institucional para el Vicepresidente de la Nación, un artículo sobre las posibilidades de actuación de dicha figura política, fue el primero de ellos, publicado en el número 1134 de Semanario Jurídico del 27 de marzo de 1997. Lo que no consta en el currículum es la generosidad de Pedro J. Frías de apadrinarlo ante la responsable de seleccionar los trabajos en dicha publicación: María Cristina Enrico de Pittaro. Dos de las personas más desinteresadas que he conocido y que han ayudado en sus primeros pasos por escrito a no pocos colegas. Con María Cristina me reencontraría luego, escribiendo para Zeus Córdoba.
Por eso es que descreo de los currículums en general. Por propia naturaleza, no muestran muchas veces la información humana realmente relevante.
Otra de esas deudas de gratitud es Patricia Sánchez, quien a inicios de este milenio se desempeñaba como secretaria de Redacción en El Derecho. Por entonces y ahora, una de las principales publicaciones jurídicas del país. Publicar allí era el sueño de cualquiera con inquietudes en la materia. Unía a tal puesto, de no poca responsabilidad, ser una docente destacada de derecho comercial en la Pontificia Universidad Católica Argentina.
Ella confió por entonces en un desconocido cordobés recién llegado a la Capital Federal, que traía raros trabajos jurídicos sobre la libertad de expresión y la propiedad de los datos personales. A pesar de que del hábeas data no se había instalado ni su nombre mismo, dio espacio a ellos. Fue el inicio de una larga relación de publicaciones y de una amistad académica no menor que ella.
Algo parecido me ocurrió con Mercedes de Urioste en la Revista de Derecho Comparado, y con Jorge Rossi con Diario Judicial. Por entonces aparecían los primeros medios digitales para publicar derecho. En el caso de Jorge, empecé mandándole artículos para Diario Judicial y terminamos amigos y compañeros de camino en varias actividades. Compartimos la docencia en la Universidad Abierta Interamericana, escribimos en conjunto dos libros sobre derecho del consumidor y muchos artículos sobre derecho privado. Jorge siempre ha sido un tremendo emprendedor jurídico y ha conseguido sumarme a varias de sus empresas. También, es una persona que se destaca por peso propio. En Diario Judicial empezó redactando notas y haciendo reportajes, llegando a ser secretario de Redacción y uno de los responsables de las mejores etapas de dicha publicación. Luego fue secretario Académico en el Colegio de Abogados de Morón, con notable suceso, antes de fungir en la actualidad como director de Capacitación a Distancia y Publicaciones de la Fundación Cijuso, entidad especializada que lleva adelante la capacitación profesional en el Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires.
Con Pablo A. Palazzi me unió desde el inicio ese entusiasmo por lo que hoy se llama hábeas data, así como por los vericuetos del derecho informático. El mismo que lo ha llevado a convertirse en un abogado de referencia obligada en esa materia. Participar de ese grupo virtual sobre hábeas data es uno de los mejores recuerdos, por tratarse de asistir como testigo y protagonista a una época en que el derecho cambiaba y rápido, antes inclusive de la sanción de la ley de protección de datos personales Nº 25326. La generosidad de Pablo me llevó a participar de varios números de la Revista Derecho y Nuevas Tecnologías que el fundó y dirigió, así como a dar clases en varias universidades, desde la Católica de Buenos Aires a la de San Andrés.
Conforme pasa el tiempo, uno se da cuenta de que es un tremendo deudor de muchas personas. Por eso, esta corta reseña no tiene como propósito mostrar ningún logro propio sino tributar un más que merecido reconocimiento a esas personas que confiaron en uno, nos alentaron y mostraron los nuevos horizontes que puede brindar el publicar sobre los aspectos del derecho. Todos ellos destacados profesionales de nuestro medio, pero de esa categoría que por hacer en silencio su labor no siempre son destacados como corresponde. Justamente, es lo que hemos intentado hacer aquí.
Quedan en el tintero, por razones de espacio, las deudas con dos medios: Foro de Córdoba y el propio Comercio y Justicia. Pero, por todo lo transcurrido en ellas, eso forzosamente deberá tratarse, al decir de Oscar Wilde, como “otra diferente historia”.
