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A cien años de una visita trascendente (IV)

Por Gustavo Orgaz (*) - Exclusivo para Comercio y Justicia
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Por Gustavo Orgaz (*)

En modo alguno puede afirmarse que el ideario reformista haya sido traído por Ortega y Gasset a estas tierras. En realidad, la Reforma Universitaria era un movimiento que ya venía germinando por impulso propio en la cabeza y el corazón de los jóvenes de Córdoba Libre, aunque debió haber en aquellos diálogos inquietudes comunes en Deodoro Roca y Ortega, algunas de las cuales se advierten en el maestro español cuando éste publica en 1930 el libro Misión de la Universidad.
En esta obra, recordada por Juan Mantovani, gran pedagogo argentino, Ortega advierte el peligro del “nuevo bárbaro”, es decir, “el profesional, más sabio que nunca, pero más inculto también”.
La culpa de esta barbarie la imputa al “especialismo” -como lo denomina-, atribuyéndolo a las pretenciosas universidades del siglo 19. Mantovani afirma en su interpretación de estas opiniones de Ortega que “por su sola condición de ingeniero, médico, abogado, sin compensación cultural, el hombre se convierte en un fragmento humano. A ello se debe la decisión de Ortega al declarar que la función primaria y central de la universidad es la enseñanza de las grandes disciplinas culturales” (1).
Anota también Mantovani que la necesidad de amalgamar profesión y cultura, como reclamaba Ortega, dio origen a algunas experiencias argentinas, como la aprobada por el Consejo Superior de la Universidad de La Plata en los primeros meses de 1943, a instancias del entonces rector Alfredo Palacios, por la que se creó una asignatura común para todas las facultades que se denominaba “La Cultura Moderna. Sus grandes etapas”.
Había dos asignaturas comunes más y el estudiante podía elegir entre los siguientes temas:
1- Los problemas sociales de América.
2- Los problemas filosóficos del hombre actual.
3- Los problemas de la conducta social del hombre americano.
4- El pensamiento científico, sus formas y evolución.
5- Figuras ejemplares de la cultura americana.
6- Problemas de la economía política.
Retirado Palacios  de la Universidad de La Plata, la experiencia fue suspendida por el sucesor y ya no fue repetida (2). Así las cosas es evidente que Roca y Ortega no podían sino coincidir en una visión de la universidad que, vuelta contra el “especialismo”, hiciera del profesional una persona culta en el sentido integral de la palabra, más allá de sus incumbencias.
Otro tema de la agenda abierta que tuvieron Roca y Ortega ha sido muy probablemente la pasión común por la cultura española, de la que el propio Ortega fue un altísimo exponente.
Roca quedó tan entusiasmado con la visita de Ortega que años después luchó y consiguió traer a nuestra universidad a Eugenio D’Ors, otro gran intelectual de la península ibérica. Eufórico dijo Deodoro entonces: “Sobre los mares soplan vientos de universalidad trayéndonos las voces de España renacida: ayer Ortega y Gasset, hoy Eugenio D’Ors…” (3).
Al morir Deodoro Roca, su íntimo amigo, el poeta Arturo Capdevila escribió estos versos por demás expresivos de lo que sostenemos:
Y precisamente Capdevila fue el tercer receptor cercano de la presencia de Ortega y Gasset en Córdoba, anfitrión y acompañante de los dos Ortega -padre e hijo- durante muchas horas, por lo que escuchamos al propio Capdevila en nuestra ya lejana adolescencia.
El poeta era un gran amigo de nuestros padres y visitante de la familia cada vez que venía a Córdoba, ya que estaba radicado en Buenos Aires (5). No tenemos ningún recuerdo de relatos o referencias sobre lo que pudieron haber hablado Capdevila y Ortega. Pero cualquiera haya sido el diálogo, excluyamos la banalidad y aseguremos su trascendencia.
El tema de aquel momento pudo haber sido el liberalismo filosófico, la reforma en ciernes como manifestación superadora de la educación dogmática o acaso las teorías de Sigmund Freud, por quien se interesó seriamente Ortega unos años más tarde, al igual que Capdevila entre nosotros (6).
El sábado 21 de octubre de 1916, después del almuerzo en el que fueron agasajados una vez más, Ortega Munilla y Ortega y Gasset partieron a Mendoza en tren. La máquina se detuvo dos horas en el atardecer de Río Cuarto sirviéndose una “copa de champagne” en el Centro Español.
En la comitiva de la recepción estuvieron varios vecinos notables de aquella ciudad: Gumersindo y Julio Alonso, Vicente Huidobro, José M. Sugasti, Bautista Nicuesa, F. Basanta, Luciano Subiranch, Bernardo Fernández y Urbano Álvarez, entre otros. Así concluyó aquella visita trascendente del filósofo español que estuvo tan ligado a Argentina, que reiteradamente nos elogió y nos criticó, de extraordinaria vitalidad intelectual y versatilidad temática, cuyo pensamiento y cuyas posiciones pueden o no compartirse, pero que aún hoy son objeto de estudio en todo el mundo porque se refieren más que a una disciplina abstracta a una visión del hombre, concreta y actual.

(1) Mantovani, Juan Ortega y la idea de Universidad. Sur Revista bimestral. Núm. Cit. P. 138.
(2) Mantovani, Juan. Ob. Cit., p. 139.
(3) Sanguinetti, Horacio. ob.cit.p, 405.
(4) Argañaraz, Juan de la Cruz. El freudismo reformista 1926-1976. Editorial Brujas. Córdoba, 2007, p. 33.
(5) Argañaraz, Juan de la Cruz. ob. Cit. p. 74.
(6) Argañaraz, Juan de la Cruz, ob. Cit. Ps. 31 y 74/76.

Lea también A cien años de una visita trascendente III

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