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Viviendas de botellas de plástico: una eficaz solución habitacional, ecológica y laboral

La casa en Salsipuedes antes de revocar
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Su construcción resuelve tres problemas sociales: facilita el acceso a la vivienda porque cuesta la mitad del precio que una construcción tradicional, cada unidad ofrece trabajo a seis personas en situación laboral precaria o pertenecientes a sectores vulnerables de la población y utiliza como materia prima los desechos de plástico, cuyo tratamiento hoy es un flagelo para todos los administradores comunales. El primer prototipo se inauguró en Salsipuedes, donde vive la familia Brunas

Por Laura Pantoja – [email protected]

Una vivienda familiar construida con botellas de plástico extraídas de la basura busca resolver tres problemas sociales de alto impacto en Córdoba y en el país: déficit de viviendas, destino y tratamiento de los desechos e inclusión social de sectores vulnerables por medio de trabajo formal.
La adopción de este modelo por parte de un conjunto de sectores (públicos o privados), y actores gremiales y sociales podría multiplicar las posibilidades de acceso a soluciones habitacionales en diversas regiones del país.
El pasado martes 18, en la localidad de Salsipuedes, se presentó la primera casa de este tipo, como parte de un proyecto creado y generado por Tres Construcciones (3C), constituido por un grupo de emprendedores de Agua de Oro, entre ellos Federico Brunas, Lucas Recalde y el estudio Quinua Arquitectura, ONG que trabaja con grupos vulnerables de la ciudad de Córdoba.

Las respuestas a problemas claves
El proyecto otorga una solución para los sectores vulnerables por medio de la oferta de trabajo formal, al tiempo que agrega valor al actual trabajo realizado por las cooperativas de recolectores de basura.
El proceso se inicia en la selección y recolección de envases de plástico en los predios de contención de la basura, continúa en el armado de módulos constructivos en talleres y prosigue en el montaje de la vivienda. Para esta vivienda prototipo, la recolección del PET estuvo a cargo de la Cooperativa de Carreros de Villa Urquiza, mientras que para la ejecución y fabricación de los módulos, intervinieron jóvenes nucleados en un taller montado en la Estancia El Rosal, en Agua de Oro, de propiedad de Lucas Recalde, y en colaboración con el cura Mariano Oberlín, de barrio Müller.

Con miras a integrar más jóvenes, por medio del Plan Nacional de Economía Social «Creer y Crear», la empresa obtendrá fondos y montará tres talleres constructivos más, uno en la cooperativa de carreros de Villa Urquiza, otro en la cooperativa La Lonja y en la misma parroquia del cura Oberlín.
“Una vez logrado este primer objetivo, el próximo es montar estos tres talleres con los fondos de éste programa. Según el estudio de factibilidad, cada persona que llega debe ganar un sueldo mínimo vital y móvil. Entre el que recolecta el plástico, trabaja en el taller y hasta el que monta la casa, se estima un plantel de seis personas para construir una casa en un mes y medio. Si la demanda va aumentando, vamos a seguir agregando seis personas más en cada caso”, explicó a Comercio y Justicia el arquitecto Pablo Capitanelli, de Quinua Arquitectura.
Es importante destacar que el proyecto agrega valor al trabajo mismo de la recolección de residuos, que sólo permite la venta del plástico a granel, porque contempla que las mismas familias se aboquen a la construcción de los módulos, técnica que no requiere de alta especialización ni tampoco de una recolección categorizada.

El proyecto tiene muchas facetas, desde lo tradicional en el hecho de vender una vivienda hasta el hecho de que cualquier miembro de una cooperativa, por un tiempo más de trabajo, pueda construir sus propios módulos y ampliar su casa. “La idea es expandir el modelo en vivienda social, masiva y apta para sectores medios de la población”, agregó María Florencia Orellana, de Quinua.

Masiva
“Buscamos que las cooperativas sean socias del emprendimiento; además de pagarles por su trabajo, si se vende una casa, parte de las ganancias queda en la organización para que pueda volver a reinvertir”, agregó Capitanelli.
Los emprendedores proyectan una adopción masiva de este modelo constructivo, para lo cual es fundamental su gestión conjunta, en manos de municipios, universidades y particulares, que puedan aportar sus fortalezas. La primera experiencia de este tipo ya se está abordando en Villa María, junto a la Universidad de esa ciudad, la municipalidad, la UEPC, la cooperativa Encuentro y la cooperativa de cartoneros 7 de Febrero. “La idea es generar una cadena en la que todos los participantes trabajen en conjunto para resolver los tres factores que motorizan este proyecto (vivienda, basura y trabajo)”, según añadió Orellana.
“Esta semana vamos a tener una reunión para coordinar el armado de los talleres y la puesta en marcha de la construcción”, agregó Capitanelli.

La solución de vivienda
Las viviendas se construyen con botellas extraídas de la basura -no hace falta que sean seleccionadas o clasificadas- y que son prensadas con una técnica innovadora creada por 3C, que no utiliza agua ni energía eléctrica. Luego, las botellas se integran en bastidores de madera que forman columnas de 2,50 metros de alto y menos de 25 kilos de peso.
Posteriormente, las columnas ultralivianas se encastran en las zapatas de los cimientos. Finalmente, los muros de botellas prensadas se revisten con cemento para darles una apariencia tradicional. Los pisos y los techos son construcciones también tradicionales, como cerámicos y pisos flotantes.
Este tipo de viviendas cuesta casi la mitad de lo que insume la construcción tradicional. “Cuando el metro cuadrado de la construcción tradicional cuesta 12 mil pesos, en este caso puede salir seis mil. Sucede que, una vez revocada la casa, se ve muy pintoresca, pero ninguna persona estaría dispuesta a vivir en una casa de plástico, todo el mundo quiere tener el mejor piso y los mejores materiales, y como es tanto el ahorro en la construcción, no resignamos en imagen y calidad de terminación. El cliente puede decidir la terminación de la casa que quiere tener”, cuenta el arquitecto Capitanelli.

A nivel técnico, las construcciones cumplen con normas sismorresistentes, tienen un mejor aislamiento acústico y térmico en relación a los ladrillos huecos de cerámica y son mucho más duraderas. “Tengamos en cuenta que el plástico tarda 300 años en descomponerse”, apuntó el arquitecto.
La velocidad es otro factor clave en este modelo, ya que las viviendas se levantan de manera muy veloz: en apenas seis semanas están listas para ser habitadas. “El sistema permite construir desde casas pequeñas, pensando en planes sociales, hasta unidades de mucho mayor superficie para sectores medios y altos”, afirmó Federico Brunas, integrante del grupo. “Estamos en conversaciones para que la Facultad de Ingeniería de la UNC homologue el sistema, y así avanzar en la producción a mayor escala”, agregó.
Las casas están destinadas principalmente a familias jóvenes, atentas a la problemática ambiental y dispuestas a trabajar con este tipo de alternativas constructivas, que no sólo implican la reutilización del PET, sino la construcción en seco, el ahorro de energía y el menor consumo de agua.

La vivienda prototipo
La casa modelo se inauguró en barrio Cerro del Sol, de Salsipuedes, tiene 72 metros cubiertos en dos plantas y pertenece a la familia de Brunas, uno de los emprendedores del proyecto.
La casa se levantó en tres meses utilizando 1.500 kilos de botellas PET y otros plásticos descartados que fueron prensados. Le agregaron terminaciones de calidad como piso flotante, cerámico en la planta baja y ventanas con doble vidrio, entre otros beneficios.
Según Daniela, esposa de Brunas que hace diez días está viviendo en esa casa, recién encendió por primera vez la calefacción el lunes por la noche en uno de los días más fríos de la semana, ya que anteriormente no fue necesario por la aislación térmica de la vivienda. Por otra parte, contó que en las paredes se pueden colgar cuadros sin problemas, pero si se necesita cargar algo de mayor peso se debe amurar a los soportes de las columnas de madera.

Antecedentes
En la Estancia El Rosal, ubicada en Agua de Oro, de la que Recalde es uno de sus gerenciadores y herederos (por parte de su abuelo Julio Baistrocchi), nació la idea de la fabricación de fardos PET revocados que fueron ya utilizados en una vivienda experimental ubicada en el predio.
“Trabajando en la experimentación de técnicas naturales se encontró en la basura de la localidad de Agua de Oro un fardo de PET, que por ser realizado a mano tenía las botellas colocadas en forma horizontal (una manera no convencional de comprimir el residuo cuando la tarea se realiza en una industria de mayor tamaño). Se le realizaron pruebas de revoque obteniendo mejores resultados que con otras técnicas y de esta manera comenzó el desarrollo del insumo”, contó Recalde.
El proyecto inicial de escala plantea la construcción a partir de modulares de 50 m2, considerando que se necesitan 20 kilogramos de PET por cada metro cuadrado.
Las viviendas pueden construirse a partir de módulos, y el primero cuenta con baño, cocina y un dormitorio. A éste se le pueden adosar varias unidades más y combinarlos de la manera que el cliente proyecte.

“Apostamos a trabajar bajo la idea de microfranquicias sociales, conformando plantas de producción en distintos barrios y villas de Córdoba, integrando desde la recolección de las botellas hasta la construcción de las casas”, explicó Recalde. De ese modo, las comunidades vulnerables reciben transferencia de tecnología, capital social, y una red de apoyo y coordinación que buscará hacer sustentable su participación. Además, los emprendedores afirmaron que la gente se apropia fácilmente del proyecto porque se basa en la utilización de materiales con los que están familiarizados.
“Hay estudios que indican que en los sectores vulnerables, las microfranquicias impactan mucho más que los programas de microcrédito. Creemos que es porque no transformamos a los sectores vulnerables en nuestros proveedores sino en nuestros socios”, aseguró Recalde.
Las cooperativas fabricarán los ladrillos. Luego, junto al diseño y dirección de Quinua, operadores y proveedores de la construcción, montarán la casa. A partir de allí, se distribuirán las ganancias entre la cooperativa y los socios.

Padrinos

La iniciativa cuenta con el aval del Ministerio de Industria de la Provincia de Córdoba, está apadrinada por la empresa Coca Cola y ya terminó su primer prototipo, antes de avanzar hacia un modelo productivo de mayor escala. El proyecto está en mano de la empresa Tres Construcciones (3C), constituido por un grupo de emprendedores de Agua de Oro y el estudio Quinua Arquitectura, ONG que trabaja con grupos vulnerables de la ciudad de Córdoba. Además, la parroquia del cura Mariano Oberlín, de barrio Müller aporta sus talleres para jóvenes para la fabricación de los módulos constructivos.

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