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“No se puede decir una definición universal que abarque a todas las mujeres”

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El psicoanalista José Vidal reflexiona sobre las múltiples maneras de “ser mujer”. También advierte de los desafíos subjetivos y sociales que implican las transformaciones contemporáneas en cuestiones laborales y de identidad de género.

Por Luz Saint-Phat – [email protected]

Con la motivación del Día de la Mujer, en la última semana las conversaciones en redes sociales, exposiciones de fotografías, publicidades y otros discursos apelaron a las múltiples maneras en que se manifiesta la femineidad en la actualidad. La ocasión invita a una reflexión sobre los desafíos subjetivos y sociales que implican las distintas formas en que “se es mujer” hoy.

José Vidal es psiquiatra, psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL), y adherente al Centro de Investigación y Estudios Clínicos (CIEC). Además, es autor del libro El goce de L/a mujer y, en diálogo con Comercio y Justicia, señala algunas complejidades de “lo femenino” en los tiempos actuales.

-¿Existe una definición desde lo psíquico sobre qué es la mujer?
-Es una pregunta muy importante porque existe todo un recorrido en el psicoanálisis tratando de contestar eso. De hecho, es lo que Jaques Lacan llama “la pregunta histérica”. El cuestionamiento tiene valor porque desde Freud hasta esta parte, solamente se pudo distinguir una líbido, una sexualidad: la masculina. Freud definía al hombre como el que tiene el falo, el pene, y a la mujer como privada de eso. Con lo cual se desarrolla toda una definición de la sexualidad que parte de lo masculino pero queda pendiente un capítulo sin definir -o definido por la negativa- que es la sexualidad femenina. Eso ha tenido desarrollos muy importantes en el psicoanálisis hasta la formulación realizada por Lacan de que la mujer, como definición, no existe. Existen mujeres, en plural, pero no se puede decir una definición universal que las abarque a todas sino que se debe preguntarle a cada mujer sobre su modo de obtener una satisfacción, desde el punto de vista sexual.

-En el marco del avance de la mujer en el mundo del trabajo ¿cuál es la lectura que puede realizar el psicoanálisis? ¿qué cambios implica esta transformación para las mujeres?
-El mundo ha cambiado de acuerdo con dos motores importantes que son el capitalismo y su asociación con la ciencia. La ciencia introduce preguntas en el mundo y el efecto lógico de esta interrogación es una caída de las jerarquías antiguas, las cuales eran fundadas en los valores del hombre, de la familia organizada desde la perspectiva edípica, es decir del padre como orientador de la subjetividad de los hijos y de la sumisión de la mujer. Ese discurso de la ciencia en su asociación al mercado va produciendo una caída sistemática de los emblemas paternos y, en consecuencia, la mujer puede tomar una iniciativa diferente dentro del mundo del trabajo, de las instituciones y del discurso. Recién en el último siglo se empieza a ver un protagonismo de la mujer a partir de la lucha feminista. En ese sentido, existen dos aspectos a tener en cuenta: por un lado, el avance de los derechos de la mujer, pero por el otro, también la necesidad del mercado de incorporarlas al mundo laboral. Esto es un aspecto a considerar en la discusión de si las mujeres están mejor ahora que antes, en el sentido de que han avanzado muchísimo en sus derechos y posibilidades pero al mismo tiempo han aumentado sus obligaciones y responsabilidades porque trabajan y también cuidan a los hijos y realizan tareas domésticas. En este punto, todavía queda un largo camino por recorrer para lograr las condiciones laborales equivalentes entre las mujeres y los hombres.

-En torno a la posición femenina ¿qué desafíos se plantean hoy ante de la diversidad de identidades de género?
-Lacan planteó con mucha claridad que las posiciones masculinas y femeninas no son determinantes biológicos, con lo cual se puede estar muy cómodo en una posición masculina siendo una mujer y la inversa también es posible. La idea que nosotros sostenemos es que la mujer se constituye como el “otro sexo”. Lacan plantea un juego de palabras sobre lo homosexual, donde homo puede querer decir hombre y también significa igual. Entonces, él dice que todo aquel que se relaciona con una mujer es heterosexual porque se vincula con lo otro. En tanto, todo lo que es la sexualidad masculina ligada al falo es homosexual, es decir, es lo mismo. Esto plantea un avance importante porque permite alojar el sufrimiento subjetivo de diferentes personas sin la necesidad de corregir hacia una supuesta normalidad sexual su manera particular de vivir la sexualidad. Así, la propuesta es tomar cada caso en su manera singular de experimentar la sexualidad. Es evidente que en la historia del psicoanálisis y la psiquiatría ha habido una tendencia a la normalidad que segregaba o dejaba fuera a muchas personas. La idea del padre como organizador de la vida subjetiva excluye un montón de formas de vida o de satisfacción que no están incluidas en ese esquema patriarcal, falocéntrico tradicional. De hecho, las familias ensambladas, homosexuales y homoparentales antes estaban absolutamente segregadas, imposibilitadas de encontrar un lugar en la discursividad. Esta nueva manera de ver las cosas permite una apertura y posibilita que personas con diversas posiciones puedan acudir al psicoanálisis.

-Según su interpretación ¿por qué la pregunta sobre la mujer y la femineidad tiene un espacio importante hoy en los debates de las redes sociales, las familias, en los discursos políticos y los académicos?
-En los debates actuales se presentan vertientes sobre este tema que son distintas y a veces se confunden. Por un lado está la que trato de expresar yo, desde el “no todo falo”, “no todo padre”, que es un campo de investigación, de desarrollo del psicoanálisis muy importante. Pero existe otra que intenta restaurar los valores perdidos, de valores universales y para todos. Es decir, la caída del Padre (N. de la R.: caída de la autoridad) en la sociedad produce a su vez un empuje hacia la restauración de eso que se pierde, una recuperación de una creencia antigua que conduce, en muchas ocasiones, al fundamentalismo. Por otro lado, también existe hoy el empuje a la idealización de la mujer, a crear una especie de nuevo ente absoluto y universal que sería “La mujer” (con mayúscula) en el cual poder creer.

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