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Diferentes imaginarios judiciales: ciudadanos y jueces

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Muchas veces, la percepción social que tienen los magistrados difiere grandemente de la que éstos poseen de sí mismos. Propuesta de algunas claves y lineamientos para estrechar esta distancia. Por Armando S. Andruet (h)* – @armandosandruet

Sin duda alguna, en muy pocas ocasiones la autoestima que uno tenga coincidirá con la que socialmente de nosotros los demás tienen. En la mayoría de los supuestos existe una tendencia a sobrevalorar las virtudes y minimizar los vicios que se poseen, y por ello los hombres se creen -en rigor- mejores de lo que son. Ello se potencia todavía más cuando dicho hombre ejerce un cargo público de poder. Tal supuesto es el que alcanza -in genere- a los jueces.
La distancia que existe entre el imaginario judicial y el social tiene como hiato la desconfianza que hay en el primero por parte del segundo; y dicha desconfianza, si bien se materializa -por definición- en la pérdida de confianza en los poderes judiciales y en particular en la independencia de los jueces, junto a tal aspecto hay otro igualmente notable, que se materializa en la falta de ejemplaridad debida la realización de conductas impropias por los jueces.

De esta forma, podemos indicar que el imaginario social descree del Poder Judicial, no sólo en cuanto a la falta de independencia judicial que pueda existir -que es un dato que ha podido percibir a partir de la información pública que de tales cuestiones se ocupa o por una propia experiencia personal con los poderes judiciales- sino también por otro aspecto que resulta mucho más tangible y que se concentra en la falta de ejemplaridad que dicho juez como tal tiene.
Y está fuera de toda discusión que, frente a jueces que no cultivan ningún reparo por la conducta propia -y por lo tanto desatienden toda demarcación de lo decoroso-, no sólo están muy alejados de ser ejemplares sino que además son constructores de un imaginario social negativo respecto a dicha clase de actores sociales.

Acortar distancias en los imaginarios
El tránsito del acortamiento o superación entre ambos imaginarios supone -tal como inicialmente se podrá indicar- de alguna mejora dentro de los medios materiales disponibles por parte de la administración de justicia, puesto que con ellos se habrá de coadyuvar a un mejor cumplimiento del servicio de justicia. Si bien ello es cierto, para ser realistas también hay que decir que ello solo no agota la cuestión. Es así toda vez que también existen poderes judiciales con medios materiales suficientes pero que, aun con ello de por medio, no generan confianza pública. Pues lo que se precisa es una transformación en los mismos genotipos judiciales, que luego se muestre en el fenotipo de ellos. Y que, como tales, operen en el ámbito de su voluntad y con ello puedan pasar de un estado pasivo a otro activo de ejemplaridad en sus comportamientos en la vida pública, y en la privada con trascendencia pública.
En definitiva, los jueces, en su imaginario colectivo, creen que el Poder Judicial está bien y que es relativamente estimado por la sociedad. Por su parte, la sociedad civil guarda profundas diferencias respecto a ello y en dicho imaginario se considera el Poder Judicial una institución no confiable, poco transparente y con bastante poco compromiso cívico.

Caminos para un acercamiento
La reducción de dichos imaginarios habrá de potenciar la imagen del buen juez. A tales efectos, nos permitimos hacer unas pocas aportaciones que consideramos que pueden colaborar a dicho proceso de mejoramiento.
1) Hacer un abandono del formalismo exagerado, que no es otra cosa que evitar el apego desmedido y extremo a todas las formas jurídico-procesales y que hacen culto al juridicismo.
2) Producir esfuerzos para hacer rupturas en las construcciones autorreferenciales dentro del Poder Judicial, esto es superar modelos endogámicos entre los habitantes de éste.
3) Promover la mayor movilidad social de los cuadros judiciales internos del Poder Judicial, toda vez que la mayor profesionalidad existente hará posible que los integrantes puedan pensar en un proyecto profesional superior.
4) En sintonía con lo anterior, destacamos que el tránsito al que nos referimos importa tener que admitir la matriz ideológica de los integrantes de un poder judicial que cuanto más heterogénea sea, resultará más similar a la matriz social general y, por lo tanto, podrá comprender mejor dichas dinámicas y tensiones que habitan en la praxis de lo mundano.
5) El último de los aspectos, y más importante, se inscribe en la exigencia de que los jueces asuman liderazgos en lo social, que fundamentalmente se nutren de prácticas éticas. Ello es igual a decir que no se trabaja de juez en algún horario determinado -es decir mientras se ocupa un espacio público y se luce una toga-, sino que se es juez todo el tiempo. El cargo de juez importa cargas al propio cargo y, por ello, no se puede cumplir con lo uno sin lo otro.

El concepto de confianza
Con dichos componentes a la vista, que habrán de transformar la infraestructura de cualquier poder judicial, se podrá pasar a potenciar la eficacia y eficiencia de la racionalidad técnico-jurídica de los jueces, como que también ella se cumpla con suficiente atención al sujeto justiciable como individuo vulnerable, para lo cual resulta un dato importante la dimensión de una justicia empática y cordial.
A ello corresponde agregar que el gobierno de los otros -y que mediante el poder del juez se cumple- habrá de suponer que en dicha relación decisoria respecto al otro, no sólo hay un cuidado desde la función juzgadora sino que se produce implícita o explícitamente también una relación con uno mismo. Y por ello es que nadie quisiera para otros -desde una racionalidad moral de poder- lo que no aspira para sí.
Una práctica judicial anclada sobre estos pilares posibilitará un ámbito perfectivo y no mutativo, y habrá de gestionar exitosamente los momentos del tránsito de los jueces a los buenos jueces y de ellos a los mejores jueces. El concepto de la mejoría supone una actividad dinámica permanente de tránsito para algo diferente, para algo mejor. Para esos saltos sucesivos, el concepto de la confianza es indudablemente algo primario y central.

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