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Arkansas podría dejar de ejecutar “en cadena” por la expiración de un fármaco

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El gobierno de ese pequeño estado norteamericano concretó a “medias” su plan de ultimar a ocho personas en 10 días. El jueves le aplicó la inyección letal al cuarto de la lista. La última partida de uno de los componentes caducó ayer y la industria farmacológica se resiste a facilitarlo

El pequeño estado norteamericano de Arkansas ejecutó a cuatro personas en un plazo de siete días.
De esa manera, cumplió a medias el plan que trazó en marzo, cuando programó ultimar a ocho internos en 10 días, antes de que caducara la partida de uno de los fármacos que se utiliza en el procedimiento más usado, denominado “inyección letal”.
Las órdenes firmadas por el gobernador Asa Hutchinson debían cumplirse entre el 17 y el 27 de abril, pero algunos planteos defensivos tuvieron éxito y demoraron los planes.
Como las últimas existencias de Midazolam, un ansiolítico de efecto rápido, expiraron ayer, será difícil que se concreten las cuatro medidas pendientes. A ello se suma que es difícil obtener nuevas partidas, dada la negativa de la industria farmacológica a facilitarlas.
Aunque el objetivo de Hutchinson no se cumplió, se trató de la mayor “ejecución en cadena” en Estados Unidos desde la reinstauración de la pena capital, en 1977.
En el corredor de la muerte de Arkansas hay 34 condenados por delitos cometidos entre los años 1991 y 2000 y los ocho “elegidos” agotaron sus recursos legales. Sin embargo, para cuatro de ellos aún hay esperanza.
Hutchinson, un republicano que tomó a la sanción máxima como una de sus banderas políticas, desmintió la versión de la Coalición para Abolir la Pena de Muerte, relacionada al “apuro” de su administración por el inminente vencimiento del Midazolam. Así, declaró que se trata de una “acción necesaria”, aunque hacía 12 años que no había ejecuciones en Arkansas.
Su decisión va en contra de la tendencia de su país, donde la aplicación de la pena capital en los 32 estados que la contemplan no dejó de caer desde 1999. Ese año se llevaron a cabo 223 ejecuciones y durante el 2016 fueron solo 30.

Pérdida de apoyo
El descenso se debe en gran medida a la pérdida de apoyo de la población. El detonante fue la ejecución de Clayton Lockette, en abril del 2014. Su agonía duró 43 minutos. Entre atroces convulsiones, atado a la camilla, llegó a alertar a sus verdugos: “Algo no funciona”, les dijo.
La pesadilla que sufrió Lockette se atribuyó en un principio a una falla en la administración de los fármacos. La inyección letal, el método de ejecución más empleado en Estados Unidos, se componía tradicionalmente de pentotal sódico (duerme), bromuro de pancuronio (paraliza) y cloruro de potasio (infarta). La primera sustancia dejó de emplearse debido a la resistencia de los fabricantes. A su sustituto, el Midazolam, se le atribuyen los padecimientos que soportó Lockette.
Los activistas y abogados contrarios a la pena de muerte, quienes vienen trabajando frenéticamente desde hace semanas, sostienen que -si esa droga falla- el condenado, dormido en apariencia, se mantiene consciente y sufre.
Pese a sus esfuerzos, el viernes 21 de abril el gobierno estatal ultimó a Ledell Lee y, durante la noche del lunes 24, a Jack Jones y Marcell Williams, la primera ejecución doble desde el año 2000.
El jueves pasado, Kenneth Williams se sumó a la lista. Su caso fue especialmente dramático, ya que sus abogados presentaron varias apelaciones para que el Tribunal Supremo frenara la orden, argumentando que tenía un coeficiente intelectual inferior al que exige la ley para ser condenado a muerte y que sus dolencias médicas hacían impredecible el efecto de los fármacos. Uno de los recursos fue presentado, literalmente, una hora antes de que le aplicaran la inyección letal.

Hasta el embajador de la Unión Europea en Washington intercedió y le envió una carta al gobernador con una «apelación humanitaria», solicitando que se estudiaran las pruebas de discapacidad de Williams.
La hija de la una de las víctimas de Williams también pidió en varias instancias judiciales que le perdonaran la vida. “Su ejecución no nos va a devolver a mi padre ni todo lo que nos ha sido robado, pero sí causará más sufrimiento”, escribió la mujer en una carta dirigida a Hutchinson.
Las cuatro muertes en “tándem” reabrió el debate sobre la pena capital en Estado Unidos y, más concretamente, sobre los fármacos empleados durante los últimos años.
La Constitución de EEUU prohíbe el uso de la tortura y el trato “inhumano”, pero ningún abogado logró impedir una ejecución basándose en el argumento de que las substancias utilizadas recientemente violenten esa norma.

 

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