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“A los jueces más los puede presionar un medio que un político”

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Ferviente estudioso de la ética judicial y apasionado por la vida académica, Armando Andruet, el hasta hoy presidente de la Sala Civil del Alto Cuerpo repasa sus diez años en el Máximo Tribunal de la provincia.

Por Silvina Bazterrechea – [email protected]

Tenía 20 años, cursaba el segundo año de la carrera de Abogacía en la Universidad Católica de Córdoba cuando se acercó a Tribunales para llenar algunos formularios y comenzar entonces su largo recorrido en la actividad judicial que lo llevó, años después, a ocupar el máximo cargo en los tribunales de la provincia. Tras 36 años en la justicia y diez como vocal del Tribunal Superior, Armando Segundo Andruet termina hoy su carrera como juez para dedicarse a su otra vocación, que nunca abandonó: la actividad académica. Dice que siempre quiso ser juez. Pero hoy siente que debe hacer “una opción de vida”.

“Me pareció lo mejor tomar una distancia, en el convencimiento -paradójicamente – de que será una forma de brindarle todavía con mejor ánimo aportes a la magistratura”, remarcó Andruet en una entrevista que le dio a Comercio y Justicia en el despacho que hoy dejará de ocupar.

– Pasó 10 años en el Tribunal Superior, ¿hizo un balance ya de su paso por aquí?
Los balances, cuando se trata de cuerpos colegiados, hay que entenderlos como obras colectivas, más allá de que en cualquier obra colectiva puede haber motores mayores o menores; pero sin dudas en soledad no se hace nada. Haciendo esa aclaración, lo primero que tengo que decir y no se puede desconocer es que la Sala Civil queda al día. En primer lugar, hemos logrado que ciertos procesos de formalización de las causas sean cumplidos con mayor cuidado; esto ha generado algunas críticas pero nos ha ayudado mucho. La otra cuestión es que, cuando hice la estrategia de cómo asumir los nuevos problemas, entendí que no podíamos dedicarnos a escribir 20 páginas de lo que ya había sido escrito, no podíamos dedicar tiempo para copiar una doctrina consolidada y eso, aunque parece mentira, generó un achicamiento en las resoluciones. Cada media página que no se escribe es protocolización que no se hace, libros que no se consultan y, aunque parece menor, cuando multiplicamos media página por 500 resoluciones tiene un valor muy importante que es el valor “tiempo”.

Siguiendo con el balance, tengo que decir que en este tiempo también me ocupé de acomodar el SAC, de fortalecerlo, estuve en el proceso de mutación de una Mesa Civil a lo que hoy es la Mesa de Entrada del fuero Civil, trabajamos en los decretos, los matrizamos, todo eso hoy está siendo consumido por los abogados.

La otra cuestión muy importante ha sido la creación del Tribunal de Ética; éste fue uno de los desafíos más serios en el Poder Judicial. En ese momento pasamos a instalar algo que no existía y que parecía una cosa inusual, afectatoria, molesta. A diez años de su creación, hay que decir que Córdoba también se ha convertido en un punto de atención por su Tribunal Ética. No hay otro Poder Judicial en el país que trabaje seriamente la cuestión de la ética.

Logramos que no se trabaje meramente desde la teoría, hay un tribunal que da un resultado efectivo porque mucho de los casos ingresados al Tribunal de Ética han terminado en el Tribunal de Enjuiciamiento.

Por último, puedo decir que en estos diez años me ocupé firmemente del fuero Civil, lo hemos fortalecido: hace diez años el fuero Civil tenía un solo prosecretario y hoy tiene tres; había ocho cámaras civiles y ahora hay nueve.

– ¿Qué siente que le quedó pendiente?
– Lo que queda por hacer es infinito, siempre se pueden seguir generando cosas. Habría que seguir fortaleciendo la cuestión digital, creo que el Centro Núñez hoy es un centro de excelencia y está en condiciones de hacer saltos muy importantes.

– ¿Y cuáles siente que fueron los principales escollos que tuvo que superar?
– Los escollos son muchos siempre, cualquier cuerpo colegiado está atravesado de angustias, dolores personales, ansiedades, proyectos de vida que se frustran, salud que se afecta; todo deja huellas, yo tengo huellas físicas en el cuerpo, todavía tengo un catéter puesto. Los escollos son siempre las mezquindades de las personas que no quieren ser cooperantes de proyectos, pero uno debe reponerse a eso.

– ¿Recibió presiones del poder político?
– No, eso es parte de una mitología. Yo creo que a los jueces más los puede presionar un medio que un político. Eso me parece que merece mucha reflexión, yo soy un convencido de que los problemas de la independencia no se resuelven con el aislamiento; los jueces, por el contrario, tienen que estar atentos y socializar mucho. Particularmente, como juez de un Tribunal Superior uno debe entender que un tercio de este poder le corresponde a este cuerpo. El poder no se ejerce estando ausente sino estando presente, uno tiene que tener conversaciones, discusiones de diferente tenor con muchos actores políticos. No me he encontrado con un político que haya aprovechado la oportunidad para pedirme algo.

– ¿Cree que los jueces deberían jubilares como lo hace cualquier persona?
– Tal vez en eso habría que mirar lo que se hace en Estados Unidos, ellos tienen lo que llaman jueces senior. Allí hay una regla de los 80: aquel juez que tiene más de 70 años y que, sumando años de servicio, está por encima de 80 años, tiene la opción de ser un juez senior. Un juez senior es un juez que está jubilado pero sigue atendiendo causas en el Tribunal en un menor porcentaje. Supongamos, nosotros somos siete, hay un juez en condición de ser senior, el cargo que deja es ocupado por otro juez titular y entonces este cuerpo pasaría a quedar integrado por ocho jueces, sólo que el senior tendrá una carga menor. Me parece una idea muy interesante: no le pido la misma carga de trabajo diario y por otra parte permito la renovación. ¿De qué sirve una persona que tiene larguísimos años de experiencia y perderla integralmente si uno la puede aprovechar en algo?

“Nunca pensé en litigar como abogado”

“ Nunca me interesó ser abogado. Mi padre fue abogado pero nunca me atrajo porque mi temperamento me llevaba más a pensar desde lo imparcial que desde lo parcial y siempre comprendí que la abogacía no podía ser sino parcialmente. Mi idea de ser juez fue incuestionable, nunca lo dudé. Incluso hoy teniendo la posibilidad y habiendo conocido el derecho y teniendo créditos que otras personas puede que no tengan por tener yo acceso a tanta jurisprudencia, ni aún en esas condiciones, me dedicaría a litigar”.

 

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