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“Hay que elegir entre lo que vale la pena continuar como tradición y lo que podemos desafiar”

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En un seminario organizado por el ciclo Mujeres con Propósitos, Elena espinal, pionera en la creación y aplicación de la cultura del coaching  ontológico aclara aspectos sobre el poder que tienen aquéllas de “transportar cultura”. Aseguró que las empresas deben desarrollar sensibilidades y habilidades para acercarse al futuro

“Las mujeres, en la mayoría de las culturas, son las que sostienen las interpretaciones y las bases relacionales. Transmiten el amor de acuerdo a como lo comprendieron, y de la misma forma lo hacen con las tradiciones en cuanto a vestimenta, estilos de comida y hasta detalles de cómo mostrar ese amor. Somos libres y si no lo somos totalmente, al menos tenemos la posibilidad de elegir en todos los espacios, si nos damos cuenta”, introdujo la coach Elena Espinal, quien brindó días atrás el seminario “Las mujeres, vehículo de mantenimiento de culturas y estilos de relación”, organizado por el ciclo Mujeres con Propósitos, liderado por Verónica SirKovich, en la Bolsa y Cámara de Cereales de Córdoba.
Esta reconocida profesional internacional argentina -residente en México desde hace quince años- es pionera en la creación y aplicación de la cultura del coaching ontológico, conocimientos que adquirió junto a Jim Selman y Fernando Flores.
En su paso por Córdoba para compartir su experiencia con la que dirigió reconocidas empresas y organizaciones en varios países del continente, dialogó con Comercio y Justicia.

– ¿Por qué afirmás que las mujeres somos las transportadoras de cultura?
– Los seres humanos traemos una carga genética que no sólo nos da el color de los ojos o algunas características físicas. Tenemos en nuestra carga genética la historia de la humanidad y de nuestro camino desde los confines del África. Creo personalmente que cargamos una manera de interpretar el mundo que heredamos en los procesos de adaptación para ser amados y que compramos las historias mediante las cuales nos explicamos la vida misma, el amor, las relaciones, la comida, los límites, la vida en general. Por supuesto, no nos damos cuenta de cuánto esto influye en nuestra única oportunidad de vivir esta vida: la adaptación para recibir el amor y pertenecer nos lleva a “comprar” esas interpretaciones, que difícilmente volvemos a plantearnos de dónde vienen. Creemos que es así.

– Y entonces ¿cuál es nuestra responsabilidad en ese proceso?
– Creo que la responsabilidad es darnos cuenta de que son sólo historias, de que podemos cambiar y, para ello, no es necesario enojarse sino elegir. Que esos cambios pueden ponernos en situación de conflicto con nuestros amores, y que es importante separar las lealtades, del amor. Las lealtades a veces son confundidas con amor y no son lo mismo. Cualquier cambio nos pondrá en un espacio de alerta en términos de las relaciones y en su rediseño, que puede ser muy poderoso.

¿Y si no todas podemos tomar conciencia de eso? ¿Cuál es el gran riesgo?
– No creo que podamos tomar conciencia de todo. Creo que es importante el tipo de preguntas que nos hacemos y que esas preguntas, y esas elecciones, no sólo mejorarán nuestra vida sino la apertura y la libertad de los que nos sigan dentro del sistema.

– Mencionaste, en un momento del seminario, que de alguna manera somos tomadores de las culturas que heredamos, de los modos de ver el mundo y de los estados de ánimo. ¿Cuáles son las herramientas que necesitamos para poder romper con eso? ¿Y si no fuera necesario romperlos? ¿Es decir, mujeres y hombres conformes con los modos de vivir y ver el mundo?
– Hemos “comprado” el mundo en el cual teníamos que vivir. Y las mujeres, especialmente, somos las que más respetamos y hacemos respetar y enseñamos las tradiciones y cuentos a nuestros hijos, para que sigan con el mismo mundo que nosotras vivimos y que vivieron nuestros ancestros. No hay “herramientas”: hay que hacerse cargo de nuestro poder, es decir, de elegir lo que vale la pena continuar de nuestras tradiciones y aquello que podemos desafiar, preguntarnos, preguntar y ser parte de las constructoras del mundo en el que queremos vivir, y que queremos dejar para los otros.

– ¿Cuándo considerás que es necesario romperlos? ¿Me podrías dar ejemplos?
-Creo que nada es “necesario” pero el dolor, la limitación, a veces el sufrimiento pueden ser indicadores de que nos hagamos preguntas. En otras ocasiones también podemos movernos buscando desde la alegría qué sería mejor para nosotros. A veces queremos ofrecer y queremos llevar a culturas ancestrales a vivir y soñar con lo que nosotros soñamos… Les ofrecemos lo que nosotros queremos sin saber si eso es lo que les sirve. Creo que no somos respetuosos de otras maneras de mirar y seguimos actuando como colonizadores que imponen sus maneras de mirar.

– ¿Cómo se puede aplicar todo este aprendizaje a las organizaciones y empresas? ¿Qué es lo que éstas más demandan al respecto, según tu experiencia?
-Creo que las empresas tienen que desarrollar sensibilidades y habilidades para acercarse al futuro, comprendiendo aquellos cambios que ocurren y pueden cambiar un mercado/mundo, así como aquellos que lo crean. Creo que tampoco se han dado cuenta, las empresas, de los cambios en la interpretación del poder. Me parece que las posiciones de poder en las organizaciones no se han dado cuenta del poder que perdieron y que si no se rediseñan es posible que desaparezcan. Están absorbidas en la cotidianeidad, en resolver y menos en crear, en navegar la incertidumbre, en el aprender y la relación con el error, en la calidad de preguntas que se hacen. Mientras se hagan preguntas cuyas respuestas ya las tienen, no son buenas preguntas. Quedarse en la pregunta es incómodo pero es lo único que puede abrir nuevos mundos.

– ¿Cuál es el camino para lograr desapegarse de lo heredado?
-El único camino es elegir, y eso se logra cuando uno se hace buenas preguntas, en vez de reaccionar y creer que se elige desde el miedo o desde la resignación.

-Si todos pudieran replantearse, ¿es descabellado pensar en una intercultura como sumatoria de todos los aspectos positivos de las distintas formas de vivir? ¿Es decir, no como parte de una domesticación de unos a otros sino con base en una supracultura alimentada por otras?
-Me parece hermoso tu sueño. Yo querría mundo basado en el respeto por el otro, la diversidad, la inclusión….

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